9 de marzo de 2018

Pensionistas y feministas


El hecho de que en el título de estas páginas aparezcan pensionistas y feministas juntos, no es porque tengan nada en común. Simplemente, coinciden en ser temas de actualidad. Los primeros por el candente tema de las pensiones y las segundas –uso el femenino a pesar de que hay hombres feministas, para que no me tachen de machista– porque ayer jueves tuvieron una movilización importante. Así, que, me meto a ello por separado.

Las pensiones. Es evidente, y no creo que haya nadie que lo pueda poner en duda, que sería inmensamente deseable que las pensiones se incrementasen de acuerdo con el IPC, tanto para los que ya las tienen como para los que las puedan tener en el futuro. Más aún, me atrevería a decir que, ya puestos, sería deseable que las pensiones subiesen incluso por encima del IPC. Pero lo que ya no me atrevo a decir es que eso sea un derecho. Porque los llamados derechos de tercera generación, es decir, aquellos que deben ser financiados por la sociedad, son bastante dudosos. Y, en cualquier caso, están supeditados a que la sociedad sea capaz de financiarlos. Si no, se quedan en meras declaraciones de intención y no hacen otra cosa que generar frustración e, incluso, indignación. Y este es el caso de las pensiones. A los pensionistas –y a los que todavía no lo son– se les viene engañando miserablemente desde hace, digamos treinta años. Porque, tal y como está diseñado el sistema de pensiones español, está irremediablemente, con certeza matemática, abocado al fracaso. Porque las más elementales matemáticas, aplicadas a la demografía española, muestran desde hace eso, unos treinta años o más, la evolución imparable de la inversión de la pirámide de la población. Lo que viene a continuación es algo de Perogrullo, pero parece que no se ha dicho suficiente o, por lo menos, que la mayoría de la gente no se ha enterado o no se ha querido enterar. Así que aun a riesgo de ser confundido con D. Pero Grullo, lo repito. A fin de cuentas, alguien escribió que todo estaba ya dicho, pero que como nadie escucha hay que repetirlo todo cada día.

Nuestro sistema de pensiones, llamado de transferencias, se basa en que la población activa con trabajo paga las pensiones a los jubilados. Esto funciona perfectamente cuando hay muchos activos para financiar a pocos jubilados. Entonces, a cada pensionista le tocan bastantes activos para pagarles su pensión. Yo me he pasado toda mi vida laboral –y lo sigo haciendo– pagando una parte de su pensión a algún pensionista. Y lo he hecho encantado de la vida. Pero, claro, cuando la pirámide de la población se empieza a invertir, la cosa es al revés. Cada vez menos trabajadores activos tienen que pagar a más pensionistas. Y claro, el trabajador activo también tiene sus problemas –familia, hipoteca, colegios de sus hijos, etc., etc., etc.– y lo que se hace con alegría en la primera situación, se transforma en una pesada e insoportable carga en la segunda. Esto, naturalmente, se ha dicho desde muchas instancias. Desde donde no se ha dicho nunca es desde los políticos. Si esto, que se sabía desde hace, repito, más de treinta años, se hubiese dicho, y se hubiesen puesto los medios necesarios, ahora no estaríamos donde estamos. ¿Cuáles son esos medios? Muchos. El primero y más importante, el fomento de la natalidad. ¿Se ha hecho algo al respecto en los últimos treinta años? No solamente no se ha hecho nada, sino que se ha hecho lo contrario. Creo que ya he contado esta experiencia mía en otros envíos, pero no me importa, vuelvo a contarla. Cuando yo, a mis 35 años, ya tenía 9 hijos a mi cargo, escribí una carta al defensor del pueblo, a la sazón D. José María Gil Robles –lo fue entre 1988 y 1993, es decir entre mis 37 y mis 42 años– explicándole que estaba formando a mi cargo, a los ciudadanos y contribuyentes del futuro. Le señalé cómo, para poder hacer eso, necesitaba ganar bastante dinero, cosa que hacía trabajando como una mula. Le dije que no quería la limosna de una calderilla por cada hijo, que sólo pedía que, al aplicar la escala del IRPF, se dividiesen mis ingresos por 11 –mis 9 hijos, mi mujer y yo–, se calculase el tipo impositivo para esa renta y se aplicase ese tipo impositivo, no el resultante de todos mis ingresos, a la totalidad de mi renta. Me contestó amablemente diciéndome, más o menos, que lo que pedía era justo, sensato y razonable, pero que él no podía hacer nada. Si una medida así se hubiese aplicado, es bastante probable que la natalidad no hubiese caído tanto y los pensionistas estarían hoy mucho mejor. Pero, como dice el Evangelio, no sólo de pan vive el hombre. A falta de pan, podrían haberse aplicado medidas de tipo cultural que fomentasen la valoración social de la familia numerosa. ¿Se hizo? ¡Nooo! Se hizo justo lo contrario. Lo guay, lo valorado socialmente, era la movida, el Juan Palomo del yo me lo guiso, yo me lo como. Por aquél entonces, el director del Instituto de la Juventud, INJUVE, era Magdy Martínez Solimán –progre él– que, con mi dinero, con esos impuestos que me costaban sangre, sudor y lágrimas, financiaba la campaña del “póntelo, pónselo”. ¡Qué divertido! Así es que los que luchábamos con una familia numerosa éramos unos bichos raros que arruinábamos el mundo superpoblándolo. ¡Esto lo he tenido que oír yo! Se podía, por ejemplo, haber gastado el dinero de esa infausta campaña en otra que dijese: “Si hoy, con 30 años no tienes hijos, no te quejes cuando dentro de 35 no se te pueda pagar la pensión”. Eso hubiese sido predicar la verdad. Lo otro, la más vergonzosa mentira. Y, ¿ahora? ¿Es la situación mejor ahora? De ninguna manera. Que yo sepa, las familias numerosas, las que quedan, siguen estando abrumadas de impuestos y, en cambio, lo que está de moda es la renta vital universal para fomentar el juanpalomismo. ¡Bravo!

Y, a nivel más práctico, ¿podía haberse hecho algo hace 30 años? ¡Claro que sí! Si se hubiese afrontado la verdad, se hubiese empezado a decir. “Usted, que tiene 55 años, no se preocupe, su pensión se la pagará íntegra el estado. Usted que tiene entre 45 y 55, espabile un poco y hágase un plan de pensiones, porque cuando se jubile, el estado sólo pagará el 70% de su pensión… Y, usted, que tiene entre 25 y 30 años, espabile de verdad, porque cuando usted se jubile, el estado no le pagará nada”. Por supuesto, el plan de pensiones debería haber sido obligatorio, como lo es el seguro a terceros del coche. No soy amigo de obligar a nadie a nada, pero si los planes de pensiones no se hiciesen obligatorios, los que no lo hiciesen caerían de lleno como una carga sobre la sociedad y el problema no se habría arreglado. También por supuesto, los planes de pensiones de los más pobres que realmente no pudiesen pagárselo deberían ser subsidiados por el estado, sólo mientras estuviesen en la pobreza. Y, por qué no, las empresas podrían haber ayudado en su plan de ahorro a los trabajadores con sueldos más bajos. Si se hubiese hecho así, ahora no habría problema de pensiones. Pero, claro, ¿quien quiere quitarse la posibilidad de ganar unas elecciones por culpa de la verdad? ¡Mejor la demagogia! Además, si se hubiese hecho así, la parte de la seguridad social que va a las pensiones sería mucho menor, con lo que la diferencia entre lo que el trabajador recibe y el coste para la empresa también sería menor y, por tanto, habría menos paro y, por tanto, la necesidad de dinero para el subsidio de desempleo sería menor, con lo que, con todos los parados bien atendidos, menos impuestos, mayor crecimiento económico, menos paro, y así sucesivamente. ¿El cuento de la lechera? De ninguna manera. El resultado de las cosas bien hechas.

Lo malo es que seguimos en eso. Ya se ha dicho que para que las pensiones puedan subir con el IPC, sería necesario que el PIB español creciese al 4,2% hasta 2015. ¡Esto sí es el cuento de la lechera! Pero, da igual. ¡Subamos los impuestos! Eso, mayor frenazo a la economía, más paro, menos cotizantes, y… ¡que se jodan los pensionistas! Me sulfuran, por mentirosos, los argumentos para clamar por un impuesto extraordinario a la banca para financiar las pensiones. Los argumentos no pueden ser más demagógicos. El primero es el de que a la banca le han dado los contribuyentes, a través del rescate, cientos de miles de millones de €. ¡Mentira! Ese dinero de los contribuyentes ha ido ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE a las antiguas Cajas de Ahorros, que ya eran públicas, o sea, de los contribuyentes. Por lo tanto, éstos pusieron dinero para rescatar lo que ya era suyo y los políticos, elegidos por ellos, habían arruinado. Así que a los que deberían ponerles un impuesto especial es a los últimos responsables de las Cajas de Ahorros, los políticos. El segundo argumento dice que la banca gana unos de 13.000 millones de €, cosa que es cierta. Pero eso es decir sólo la mitad de la verdad que, como se sabe, es una gran mentira. Porque para ganar esa pasta, los accionistas de la banca han puesto más de 215.000 millones de € de capital, es decir, su rentabilidad es de aproximadamente el 6%, que, a su vez, es menor que la del IBEX y que la de la mayoría de las empresas. Pero, aunque no fuese así, por cada 1% de impuesto a la banca, se recaudarían 130 millones de €, con lo que no habría ni para empezar para pagar las pensiones. Además, los accionistas de la banca no son grandes capitostes, como se pretende hacer creer. La mayor parte de las acciones de la banca están en manos de pequeños ahorradores, seguramente muchos de ellos pensionistas o que están ahorrando a través de fondos de pensiones para su futuro. Así que ya me contarán. Pero, todavía más, la banca, como los fabricantes de automóviles o las empresas de telefonía, o las del sector hotelero o cualquier empresa, cuando le suben los costes, intenta repercutir esta subida en lo que vende, sea lo que sea. Que suba el precio de los coches o del teléfono o de los hoteles, es malo. Pero si suben los tipos de interés, eso es muy malo para la economía y, al final, el remedio es peor que la enfermedad. Pero la demagogia barata de decir: “¡Que pague la banca!” da buenos réditos políticos. ¡Pues adelante! ¿A quién le importa la verdad?

El gobierno dice que si se disminuye el paro todavía más, habrá más gente que cotizase y se podría atender mejor a las pensiones. Y es verdad… ¡pero sólo a corto plazo! A largo plazo lo matemáticamente inexorable es inexorable. La imparable inversión de la pirámide de población dará al traste con el sistema antes o después. Hay un refrán que dice que más vale tarde que nunca y eso es aplicable incluso ahora, aunque la pirámide de la población haya avanzado ya mucho hacia su inversión y las cosas tengan más difícil arreglo. Empecemos ahora la transición que se debió haber empezado hace 30 años. Pero no. ¿Quién quiere que le llamen antisocial, retrógrado o, incluso, fascista? ¿Qué partido está dispuesto a perder las elecciones por esta tontería. Como dice Arcadi Espada a su liberada al final de su columna de “El Mundo”. “Tú, sigue ciega tu camino”. No sé si lo que voy a decir a continuación es un poco fuerte, pero me da igual. Tal vez debería preguntarse a los pensionistas que se manifestaron el otro día, acosando a policías que, claro, no podían pegar a viejos: “¿Tú, cuantos hijos y nietos tienes?”. Pero no. Lo que se pregunta en un programa de televisión que, por supuesto, no veo es: “¿Qué hacías tú en la movida?” Pues eso.

Bueno, dejemos el tema de los pensionistas y vayamos al del feminismo. Empiezo por decir que no he ido a la manifestación de ayer y no iré a ninguna de este estilo. Por supuesto, estoy absolutamente a favor de que haya igualdad de sueldo a igualdad de trabajo entre hombres y mujeres. Por supuesto, estoy furibundamente en contra de la violencia machista (y de la feminista). Y podría seguir con justas reivindicaciones de las mujeres. Pero también debo decir una cosa que ya no es tan políticamente correcta. Creo que una mujer tiene que tener libertad para decidir si quiere dedicar más o menos tiempo a su trabajo o a su familia. Tan digna es una cosa como la otra y, si se me apura, más digna la segunda. Pero para que esta libertad sea cierta, hay que apoyarla económicamente. Me pregunto: “¿Qué es prioritario, dar un salario a la madre de familia que opta por ésta, o darle la renta vital universal a quien puede y debe trabajar?”. Sin duda, lo primero. Y como las mujeres que hagan esta opción libre serán, me temo, minoría, con el mismo dinero tocarían a más que los ninis. Pero, precisamente por ser menos, estas mujeres tienen menos peso de votos y eso, amigo mío, las condena. La que opte por eso, peor para ella. Además, se ha demostrado que la brecha salarial sólo existe cuando las mujeres tienen hijos. Pero, claro, la mayoría de las feministas que vociferan demagógicamente por la desaparición de la brecha, no son madres y les importa una mierda la maternidad. Si en vez de eso apoyasen la maternidad, además de disminuir la brecha, ayudarían a los pensionistas de dentro de unas décadas. Pero no. Triste, pero cierto.

Lo que ocurre es que todo este movimiento feminista está ideologizado, manipulado y tergiversado por la izquierda radical. Ésta izquierda, hace mucho que ha visto que su presupuesto ideológico básico, la lucha de clases, se ha ido a la mierda. ¿Recordáis la estúpida frase de Marx de que le historia de la humanidad es la lucha de clases? Pues se acabó, ya no hay lucha de clases. Por supuesto, no digo que no haya justas reivindicaciones de los trabajadores, pero la lucha de clases es un concepto muerto. Y, claro, a izquierda no está dispuesta a renunciar a sus bases ideológicas, y si la lucha de clases ha muerto hay que dar vida a nuevas luchas de clases. Y una de ellas es el enfrentamiento entre hombres y mujeres, llevado al paroxismo. Hay otras. El cambio climático, por ejemplo. No estoy negando –tampoco la afirmo– la veracidad del cambio climático antropogénico. Sólo digo que se ha instrumentalizado e ideologizado. Y, si en una cosa tiene superioridad la izquierda es en la propaganda. Esa batalla la ha ganado. Sorprende ver cuantísima gente, de una manera acrítica, sostiene estos presupuestos de la izquierda sin sospechar que está siendo utilizada. ¿Será que yo he generado anticuerpos por haber sido, en mis veintitantos años, militante de esa izquierda radical y les conozco como si les hubiera parido? Será, pero a mí no me la dan con queso. Y esta izquierda, lo último que quiere es soluciones a los problemas. Al contrario, lo que quiere es crearlos y agravarlos para crear el caldo de cultivo de una nueva oportunidad de revolución. Lo que le faltaría para el duro sería que este feminismo o este climatismo se evaporase como lo ha hecho la lucha de clases. ¿Que se ponen medidas razonables y posibles para paliar la desigualdad entre hombres y mujeres? Hay que oponerse, no sea que resulten exitosas. Mejor todo o nada. Mejor soluciones radicales e impracticables. ¿Que la tecnología puede hacer que la quema de combustibles fósiles se acerque a cero en unos decenios? La enemiga es la tecnología. En esta estrategia de la izquierda tiene un capítulo aparte la ideología de género y la más radical LGTB y demás siglas. Bien sabe esta izquierda que el crecimiento demográfico basado en una familia que transmita valores sólidos es su peor enemigo. Pues, ¡a por ella, ohé! Y ahí está la ideología LGTB, acientífica, falsa, mentirosa. Eso sí, con gente que sin ser de izquierdas la defiende e, incluso, legisla a su favor.

Una solución a la desigualdad entre hombres y mujeres, una de las que se consiguen poco a poco, sin aspavientos, es la que apoyan muchas mujeres que han tenido éxito en el mundo empresarial y que luchan, desde su éxito, por lograr esa igualdad en la libertad. Hay dos ejemplos recientes.

El primero es el manifiesto publicado en El País el 6 de Febrero por un amplio grupo de este tipo de mujeres. Ahí va su relación: Teresa Gimenez Barbat, eurodiputada (Grupo ALDE); Elvira Roca Barea, historiadora; María Blanco, economista; María Benjumea, empresaria; Sara Gómez, ingeniera responsable de Mujer e Ingeniería en la Real Academia de Ingeniería; Marta Iglesias, neurocientífica; Beta Vias Mahou, escritora; Andrea Martos, científica bioquímica, Mercedes Casanovas, agente literaria; Pilar Rangel, profesora de Derecho Internacional y experta en yihadismo; Miriam Tey, editora; Ana Nuño, escritora; Gurutze Galparsoro, abogada y escritora; Ximena Maier, ilustradora; Anna Soler, arquitecta; Blanca Soto, Galerista; Mercedes Monmany, editora y crítica literaria; Laura Fábregas, periodista; Anna Grau, periodista; Cristina Losada, periodista; Almudena Solana, escritora; Cayetana Álvarez de Toledo, periodista; Andrea Mármol, periodista; María San Gil, expresidenta del PP vasco; Olivia Bandrés, jefa de gabinete; Juana Vázquez, escritora, Yaiza Santos, periodista y Paula Fernández de Bobadilla, editora.

Su manifiesto, que lleva el título de “No nacemos víctimas”, puede leerse en el siguiente link:


Pero hay dos frases que me gustaría resaltar:

“Nosotras no nos reconocemos víctimas de nuestros hermanos, parejas, padres, hijos, amigos y compañeros, nuestros iguales masculinos. Nos rebelamos contra esa política de identidad que nos aprisiona en un bloque monolítico de pensamiento que niega la individualidad”.

“…una corriente de pensamiento que presenta a las mujeres como víctimas por definición de una sociedad machista. El victimismo es un estado psicológico que conduce a la parálisis”.

El segundo ejemplo lo vemos en la entrevista que realizó El Mundo a Rosa García, CEO de Siemens España y que apareció también el 6 de Febrero. Se puede leer la entrevista en el siguiente link:


La entrevista versa más sobre el desarrollo tecnológico, la digitalización, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, y el posible impacto de estos avances en el mundo. Pero para lo que interesa en estas páginas, me centro en la última pregunta, que copio:

“Pregunta: ¿Hará huelga el 8 de marzo?

Respuesta: Haremos algo más bonito. Vamos a crear grupos de trabajo para hablar de distintos temas relacionados con el feminismo, como el sesgo psicológico, los prejuicios, nuestro convenio... vamos a averiguar cómo podemos hacer que esta empresa sea más atractiva para las mujeres y atraerlas”.

Éstas, y no los aspavientos ideológicos, son las medidas efectivas y que llevarán, sin duda, a una equiparación cada vez mayor y a una progresiva disminución de la brecha salarial. Afortunadamente, hay más mujeres que, desde puestos de muy alta responsabilidad empresarial, están luchando por eso. Conozco personal y profesionalmente a dos de ellas y puedo dar fe de su grado de involucración en ello. Ese es el feminismo del que soy entusiasta partidario.

Yo, ayer jueves estuve trabajando. Tengo el honor de formar parte, sin cobrar un duro, por supuesto, del Patronato de la Fundación BBVA para las microfinanzas y ayer fue una de las reuniones de ese Patronato. En él hay 6 miembros de los que  3 son mujeres. La Fundación opera en seis países de Hispanoamérica: Colombia, Perú, República Dominicana, Chile y Panamá. Tiene casi dos millones de clientes y da microcréditos de un promedio de poco más de 1.000 $ a pequeños emprendedores que están en la pobreza extrema o son muy vulnerables. En estos países, por cada 10 hombres emprendedores, hay 8 mujeres. Sorprende saber que en Europa esa ratio es de 5 mujeres emprendedoras por cada 10 hombres. Por supuesto, la Fundación no discrimina si da los préstamos a hombres o a mujeres, pero, de hecho, el 60% de los microcréditos se conceden a mujeres. Os mando un link en la que una emprendedora cuenta su experiencia con Bancamía, la entidad microfinanciera de la Fundación BBVA para las Microfinanzas en Colombia:


Así que considero que estuve aportando mi granito de arena a cerrar la brecha y a disminuir la pobreza. Eso, lo que hace la Fundación, es apoyar poco a poco, sin aspavientos y con eficiencia la disminución de la brecha y, de paso, de la pobreza en el mundo. Lo de la manifestación vociferante, demagogia mediática.

2 comentarios:

  1. el jueves publique en mis redes algunas cosas relacionadas con este tema tambien. Mi intencion siempre ha sido no 'felicitar' a las mujeres por su dia, ni que fuera su cumpleaños, y sabiendo que hay tantos pendientes de justicia y de necesidad de igualdad en la sociedad... Pero tampoco me quedo con la parte de manifestarse y que eso sea lo que vale nada mas. Para mi, que se logre igualdad no depende unicamente de manifestarse (que no siempre o ni siquiera como bien lo expresas) sino tambien, y sobre todo, de ir reconociendo que el papel de las mujeres es igual de importante que el de cualquier persona (porque, dah, son personas) en la sociedad. Resulta que en hacer eso recibi criticas porque mis reconocimientos era visto como si cayera en una banal felicitacion de las que no me gusta dar. Si me pareció una situación que me chocó. ¿Por qué ahora solo vale el grito y la manifestación? ¿Por qué hacer lo que justamente esas manifestaciones piden (mas o menos), que es reconocer y dar un papel de igualdad, es mal visto? Llegue a la conclusion que se trata de modas tontas. El año pasado el énfasis lo noté en concienciar acerca del origen histórico del día. Este año ahora sólo vale la manifestación. El año que entra será cualquier otra cosa. Una lástima. Lo importante es que todos seamos reconocidos como personas, justo lo que yo intenté :-(

    En fin, aquí una frase que suelo compartir en estas fechas:

    «Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga» (Mensaje del Concilio Vaticano II a las Mujeres, 8 de diciembre de 1965)


    Por último, me alegró enterarme que trabajas de alguna manera con una microfinanciera. Yo trabajo en una. Nuestro énfasis siempre ha sido apoyar a mujeres de bajos recursos. Yo me dedico a los sistemas, pero igual hay gente que se dedica a muchas otras cosas, y además de dar financiamientos tratamos de diversificar nuestros servicios dando también 'beneficios' sociales que incluyen capacitación empresarial, en negocios, financiera o hasta asesoría psicológica y legal, con el fin de ayudar a estas mujeres a encontrarse a sí mismas con que ellas mismas pueden salir adelante, facilitándoles recursos con los cuales lograrlos. Desde que trabajo aquí (seis años y contando) siempre entendí que podía concretar de una manera particular mis convicciones y principios, que de forma laica podía también ayudar a mejorar el mundo.

    Un abrazo

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  2. Hola Javier:

    Desgraciadamente, me temo que la respuesta a las preguntas que planteas no es debido a modas tontas, sino a manipulaciones malintencionadas de una izquierda radical fracasada pero victoriosa en la guerra de la comunicación. El año que viene será peor.

    Muy buena la cita de Vaticano II. Habría que leer la exhortación apostólica "Dignidad de las mujeres" de san Juan Pablo II.

    Ciertamente, las microfinanzas son un medio de luchar contra la pobreza y por el empoderamiento de la mujer.

    Un abrazo.

    Tomás

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