3 de febrero de 2018

Fábula del granjero astuto, el zorro robagallinas y la Sociedad Protectora de Animales


Érase que se era una vez un zorro que se dedicaba a robar gallinas del gallinero de una cooperativa que cuidaba las gallinas de la comunidad de un pueblo vecino. El animal había descubierto un sitio por el que entrar a robar impunemente las desprevenidas aves. Durante años los granjeros se habían limitado a lamentar la pérdida de gallinas sin dedicarse a cerrar el lugar por el que el zorro entraba a robarlas. La verdad es que a los empleados de la granja les venía bien, porque por cada 10 gallinas que robaba el zorro, ellos se llevaban una para el puchero de su casa y así, zorro y granjeros coexistían tan contentos. Pero las fechorías del zorro aumentaban con la impunidad y la connivencia, hasta que la situación se hizo insostenible. Un día, cuando las fechorías del zorro alcanzaron niveles intolerables, le tocó estar al frente de la cooperativa a un granjero astuto y paciente, cuyos amigos y enemigos habían transigido con la situación cuando les había tocado dirigir la cooperativa, pero que ya había puesto incómodos obstáculos al zorro para que no le fuese todavía más fácil entrar en el gallinero. Reunió a todos los cooperativistas y les dijo que había que preparar una trampa sólida y segura para capturar al zorro cuando fuese a robar gallinas. Los cooperativistas no estaban todos de acuerdo en la manera de proceder. Unos querían poner una trampa de la manera más rápida posible, sin preocuparse demasiado sobre su eficacia. Otros querían, antes de poner la trampa, esperar a que el zorro alcanzase el record de 2.000 gallinas robadas. Otros no se decidían a apoyar al granjero director, debido a sus desavenencias con él en otros asuntos, y arrastraban los pies. Otros se preocupaban por el pobre zorro. ¿De qué iba a vivir el pobre animal si le quitaban su sustento? –se preguntaban con preocupación. Algunos de estos, avisaron a la Sociedad Protectora de Animales, no sea que se fuese a hacer daño al zorro si caía en la trampa. La SPA se personó para supervisar que no se torturase al zorro. El director tuvo que templar muchas gaitas y hacer muchos equilibrios para llegar a un punto en el que una amplia mayoría de los granjeros estuvieran de acuerdo en que había que poner una trampa y se diseñase una trampa que cumpliese con el difícil equilibrio de la eficiencia y el visto bueno de la SPA. Esto llevó tiempo y, durante ese tiempo el zorro se siguió aprovechando para robar cada vez más gallinas, ante el descontento general de la gente del pueblo, que veía cómo la rapiña llegaba a cotas escandalosas.

Pero, por fin, la trampa estuvo lista, con un acuerdo bastante sólido entre una gran mayoría de los granjeros. Pero no faltaban los que veían el asunto con tibieza o, incluso, animadversión y pretendían poner solapadamente trabas a la utilización de la trampa o usar para sus intereses a la SPA para que prohibiese su uso. Por su parte, el zorro, se maliciaba la trampa y husmeaba por aquí y allá, sin decidirse a entrar y pretendiendo, a su vez, reclamar con todo tipo de argumentos falaces, protección a la SPA. Tuvo, por fin, que ser un zorro envidioso el que le empujase para que entrase en ella y, parece que, por fin entró. Pero la comunidad zorruna quería seguir encontrando huecos por donde poder seguir robando gallinas. Se trata ahora, por tanto, de poner algún tipo de medidas disuasorias para que los zorros no puedan siquiera acercarse a los gallineros. Pero esto parece que volverá a sembrar las diferencias entre los cooperativistas. Algunos creen que la mejor manera de que los zorros renuncien a robar gallinas en dárselas antes de que las roben. Otros siguen defendiendo de forma más o menos solapada a los zorros. Otros, por fin, creen que hay que poner una valla electrificada, no de alta tensión, pero sí que sacuda un notable calambre a los zorros que se acerquen. Y que los zorros se busquen la vida para cazar conejos o lo que sepan y puedan hacer, en vez de robar gallinas. Estiman que cada calambre educará a los zorros para que no sigan intentando acercarse al gallinero y, de esta manera, los reflejos condicionados les educarán. Es dudoso que se pueda llegar a un acuerdo sobre estas medidas preventivas, pero si alguien puede hacerlo es el astuto granjero. Veremos.

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