21 de abril de 2017

La búsqueda de Mariano Polonio y sus derivadas

Esta increíble historia me ha sido relatada por uno de sus protagonistas: Fernando Garrido Polonio, colega mío como profesor en la Universidad Francisco de Vitoria. El otro protagonista es su hermano Miguel Ángel, un año mayor que él. Como muchos grandes hallazgos, el mío de la historia que voy a contar se produjo por casualidad. Estábamos desayunando juntos Fernando y yo, hablando de otros asuntos cuando, casi de carambola y casi sin querer, me empezó a contar esta historia. A medida que avanzaba mis ojos se iban poniendo como platos de asombro y admiración. En un momento dado le pedí que me dejase tomar notas y me diese autorización para escribirla, cosa que hizo amablemente. Como todas las grandes historias, hay que remontarse a sus orígenes.

Junio de 1941: Mariano Polonio, un joven de 19 años del pueblo toledano de Domingo Pérez, se alista en la División Azul y parte para Rusia. Un año más tarde, su familia recibe la noticia de que Mariano ha muerto en Rusia el 31 de Mayo de 1942, sin más detalles. Poco tiempo después reciben una pequeña caja metálica con una estampa de la Virgen del Prado, patrona de Domingo Pérez, y una carta del capellán de su regimiento en la que les dice que Mariano murió de un disparo en el abdomen, sin orificio de salida, que fue intentado operar ese mismo día, pero que no se pudo evitar que muriera. Nada más. El padre de Mariano no puede superar el dolor y unos años más tarde sufre un derrame cerebral que le produce la muerte. Le entierran con una lápida que, por voluntad de la madre, recuerda en primer lugar al hijo, Mariano, con la fecha de su muerte y sólo en segundo lugar el nombre del padre y la fecha de su muerte. Poco después, la familia recibe la visita de un compañero de armas de Mariano que les viene a dar el pésame, como se lo habían prometido mutuamente Mariano y él. El que sobreviviera, si alguno lo hacía, iría a dar las condolencias a la familia del otro. De la conversación con este compañero de Mariano, la hermana de Mariano, madre de mi amigo Fernando Polonio, retiene el recuerdo verbal de que su hermano había muerto en un pueblo que sonaba a algo así como “Puchini”. En la Navidad de 1971 la madre de Mariano enferma gravemente y poco antes de morir, en Enero de 1972, sus últimas palabras fueron: “Sólo me llevo a la tumba una pena; no saber dónde reposan los restos de mi hijo”. Dos niños de 10 y 11 años, Fernando y Miguel Ángel Garrido Polonio, hijos de una hermana de Mariano, oyen esas palabras y le prometen a su abuela moribunda que, cuando sean mayores, irán a buscar el cuerpo de su tío Mariano, del que sólo han visto fotos vestido de soldado, para traerlo a Domingo Pérez.

Pero el tiempo todo lo anestesia y la promesa está a punto de caer en el olvido. Sin embargo, los dos hermanos, con 20 y 21 años, estudiando Derecho en Madrid, deciden saber algo más de lo que le pasó al tío Mariano y empiezan por leer cosas sobre la División Azul. Leen y leen, investigan, pero sin mayores hallazgos y sin renovar la intención de cumplir la promesa. En sus investigaciones buscan algún pueblo de Rusia con una pronunciación españolizada que se parezca a Puchini. Encuentran uno, cerca de lo que entonces era Leningrado, que se llama Pushkin y piensan que como la División Azul estuvo cerca de Leningrado, ese podría ser el lugar. Pero pronto se dan cuenta de que no puede ser ahí donde murió su tío Mariano, porque la División Azul no fue destinada al frente de Leningrado hasta Agosto del 42. Por tanto, en Mayo tenían que estar todavía en su primer destino, cerca de Nóvgorod, unos 190 Km al sur de Leningrado.

Tras la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética, en 1991, se abre la posibilidad de viajar a Rusia y los hermanos empiezan a reconsiderar la posibilidad de ir allí a buscar los restos de su tío, pero no saben por dónde empezar. Entran en contacto con la Hermandad de la División Azul, donde les facilitan un dato clave: Mariano había muerto en Chutiny. Y como Dios ayuda a los que se ayudan, en la propia Hermandad encuentran un libro con el título de “La División Azul, la gesta militar española del siglo XX”, escrito por Fernando Vadillo Ortiz de Guzmán, autor de una saga de libros sobre la División Azul. Y, en ese libro encuentran un plano donde aparece Chutiny, a las afueras de Nóvgorod. Pero al no estar orientado el plano ni tener escala, no se sabe en qué dirección ni a qué distancia. Pero la decisión está tomada definitivamente: ¡Irán a Nóvgorod!

Sin embargo, antes de decidirse definitivamente a ir, piensan que sería bueno que fuese con ellos un divisionario. Se pasan seis meses buscando a alguno que se anime a ir con ellos, sin encontrar a nadie. Por fin dan con Arturo Espinosa Poveda, ex Procurador en Cortes, ex Consejero del reino y divisionario que había estado en la 6ª Compañía, la misma en la que sirvió Mariano Polonio. Efectivamente, Arturo Espinosa les cuenta que la División había estado en un sitio al que se referían como Chutiny, que estaba a algo así como a una hora andando de Nóvgorod. En la conversación, en su despacho, Espinosa busca su diario de campaña y en él encuentra una entrada del 31 de mayo de 1942 en el que dice: “En la madrugada de hoy ha muerto un camarada de la 6ª Compañía. Otro más de la noble infantería”. Espinosa recuerda que fue al entierro porque no había estado en ningún entierro de un compañero de armas y no quería que las cosas siguieran así. Ese día sólo hubo un muerto en la Compañía, por lo tanto, tenía que ser Mariano. En el diario hay una foto en la que Espinosa aparece con otros compañeros de armas teniendo detrás una especie de convento en ruinas. Espinosa no se anima a acompañarles a Rusia, pero les sugiere que contacten con Ramón Izaguirre del que les da la forma de encontrarlo y les dice que seguramente él sí se apunte a ir, “porque está un poco loco”. Contactan con él. Izaguirre había sido hecho prisionero por los rusos y fue liberado con los últimos prisioneros de la División Azul en 1954, regresando a España en el barco Semiramis, de bandera turca que arriba a Barcelona el 2 de Abril de 1954. Efectivamente, Izaguirre se presta a acompañarles a Rusia. Los tres llegan a Nóvgorod el día 3 de Julio de 1993.

Pero allí nadie conoce ningún sitio llamado Chutiny. Muy decepcionados enseñan a la recepcionista del hotel en el que se hospedan la foto de las ruinas del monasterio que les dejó Espinosa. La recepcionista lo reconoce inmediatamente como un pueblo a las afueras de Nóvgorod llamado Jutin. Lo de Chutiny era la interpretación que daban los españoles a la pronunciación de los alemanes al referirse al pueblo. Cualquier parecido con la pronunciación rusa era pura coincidencia. Efectivamente, van a Jutin y allí está el monasterio en ruinas. Pero, ¿dónde empezar a buscar el lugar del enterramiento? Es como buscar una aguja en un pajar. Podría ser cualquier sitio en un kilómetro a la redonda del monasterio. Aunque las autoridades rusas les dan todo tipo de facilidades, no hay ninguna huella ni vestigio de los enterramientos y no es posible excavar en toda la zona. Pero los rusos tienen mucha experiencia en buscar muertos enterrados por las guerras. No en vano son el país que más muertos ha tenido en guerra a lo largo de la historia. Tienen una técnica de localización basada en la experiencia. Clavan en el terreno una pica de hierro y, según la consistencia del mismo, detectan si allí puede haber algo. La tierra removida es más blanda. De repente se encuentra una dureza, que es la tapa de la caja, si el enterramiento es con caja, luego, la pica cae casi por su propio peso, hasta que tropieza con el fondo de la caja. Si se descubre ese patrón, allí hay un enterramiento. Pero, claro, no se pueden hacer catas de golpe en toda la extensión alrededor de Nóvgorod.

Cada año van unos días a Nóvgorod para ir haciendo algunas catas cada vez, completamente a ciegas. Pasan del desánimo al entusiasmo. Cuando uno se desanima, el otro le levanta el ánimo para que, unos meses más tarde sea al revés. Casi siempre les acompaña algún amigo que, a su vez, les insufla ánimo cuando el de los dos decae. Mientras tanto siguen investigando en España. En 1993 llegan al recién creado Archivo General Militar de Ávila y allí, tras muchas horas de búsqueda, encuentran un folio en el que únicamente dice que en Chutiny Curvo, entre las últimas casas del pueblo, está el cementerio español. Tras años más de búsqueda sobre el terreno consiguen interpretar que Chutiny Curvo es la parte final del pueblo (había una curva pronunciada), información que culmina con una nota hallada casualmente que especifica que en Chutiny hubo un enterramiento de 21 soldados, 19 españoles y 2 alemanes, con un esquema de la disposición de las tumbas en dos filas y numeradas. Y, ¡bingo!, ¡premio a la perseverancia!, en la tumba nº 9 figura como enterrado allí Mariano Polonio. Pero siguen sin saber dónde exactamente está el enterramiento porque ese dato no aparece. Por tanto, tienen que seguir buscando a ciegas.

Y el 21 de Mayo de 1998, tras cinco años de búsqueda infructuosa, con grandes altibajos de ánimo y de fe en conseguir algún día encontrar a su tío Mariano, reciben el premio a la perseverancia. En las catas, descubren los 21 enterramientos. Los españoles están enterrados en cajas pero los alemanes no. Miran los restos de la tumba nº 9 y encuentran unos restos sin chapa pero con una bala incrustada en la cadera. “Tiro en el abdomen sin agujero de salida”, decía la carta del capellán. No cabía duda, era el tío Mariano. Naturalmente, deciden repatriar los restos. Obtienen la autorización de las autoridades rusas, pero no la de las españolas. Pero, ni cortos ni perezosos, se traen los restos, reducidos, de forma clandestina. En agosto consiguen legalizar, no sin esfuerzo, la situación y el día 5 de Septiembre, víspera de las fiestas de la Virgen del Prado, Patrona de Domingo Pérez, Mariano Polonio es enterrado en el cementerio de esta localidad, junto a sus padres, bajo la lápida en la que figura, en primer lugar, su nombre. Con sus restos, la estampa de la Virgen del Prado que llevaba encima cuando murió y que mandó el capellán.

Pero lo que he contado hasta aquí no es más que el inicio de una historia más inaudita, si cabe. Efectivamente, los dos hermanos Garrido, el mismo día de la inhumación de los restos de su tío Mariano, volviendo del cementerio, se miran y Fernando le pregunta a Miguel Ángel: “¿Qué sientes?” A lo que Miguel Ángel responde: “Vacío. ¡¿Ahora, ¿qué?!”“Lo mismo me pasa a mí –le contesta Fernando– hay muchos más españoles muertos allí, tenemos que seguir buscando y ayudando a los que estén en la misma situación que nosotros hace cinco años”. Y, en el verano siguiente, otra vez a Rusia. Pero antes incluso de volver, entran en contacto con una asociación alemana, con el nombre de Volsksbumd, que también se dedica a buscar soldados alemanes muertos en combate fuera de Alemania para enterrarlos. En España tienen un cementerio en Cuecos, cerca de Yuste, donde reposan fundamentalmente aviadores alemanes derribados en la guerra civil española y en la Segunda Guerra mundial que accidentalmente caen en España. Tienen otro cementerio cerca de Nóvgorod y logran que el Ministerio de Defensa español firme un acuerdo con esa asociación para que le cedan un espacio en su cementerio de Rusia para los cuerpos de los caídos de la División Azul que puedan ir apareciendo. A ese cementerio son trasladados los otros 18 españoles encontrados junto a Mariano Polonio y, por supuesto, los dos alemanes que yacían con ellos pero éstos, naturalmente, a la zona alemana. Posteriormente consiguieron identificar a todos los recuperados de Chutiny pero de solo uno más de estos españoles localizaron a la familia y finalmente también fue repatriado.

Pasan ese año investigando en todo tipo de archivos y documentos para saber dónde puede haber otros lugares en los que haya enterramientos de divisionarios y, en el verano de 1999, otra vez a Rusia a seguir buscando. Y así, investigando desde Madrid en invierno y viajando a Rusia en verano a buscar, han encontrado hasta ahora unos 2.500 cadáveres de los 5.000 caídos, de los 50.000 soldados que se alistaron en este cuerpo militar. De los 2.500 restos, han identificado al 90%. Los no identificados es debido a que no llevaban chapa identificadora y no había ninguna otra manera de hacerlo. Recientemente han encontrado, en la misma trinchera en la que habían caído, que posteriormente fue tapada, 5 cadáveres que estaban sin enterrar. Pero de los 2.250 identificados, sólo han podido repatriar a 50, ya que lo más difícil ha sido encontrar la pista de sus familias y obtener su consentimiento para su exhumación en Rusia y su traslado a España. Sólo en muy contados casos las familias no han querido la repatriación de los restos. Todos menos uno de esos casos ha sido porque las familias, en gran parte familias de militares, pensaban que si sus parientes habían caído en combate, lo suyo era que reposasen allí donde habían ido a luchar como voluntarios. Agradecían enormemente, eso sí, que les hubiesen enterrado y, en muchos casos han ido a ver sus tumbas. El caso excepcional fue la hija de un teniente que dijo que su padre era un fascista y que no quería saber nada de él. Eso sí, les contó que su padre tenía un reloj de oro y que si lo encontraban se lo devolviesen. No se encontró ningún reloj de oro.

En el penúltimo viaje, Fernando y Miguel Ángel encontraron e identificaron los restos del soldado Antonio Villar Barranco. Al buscar su rastro familiar supieron que era natural de Nerva, en la provincia de Huelva. Buscaron a su familia, pero sus pesquisan resultaron infructuosas. Al parecer los padres no tenían familia en Nerva y tenían dos hijos. En los años 50 los padres y el otro hijo se fueron de Nerva al pueblo vecino de Rio Tinto, a trabajar en las minas y allí murieron los padres y el otro hermano, soltero, por lo que no quedó familia. Pero en la búsqueda de la familia, los hermanos Garrido contactaron con el alcalde y el párroco de Nerva que les dijeron que el pueblo estaría dispuesto a acoger los restos de Antonio. En el último viaje, en 2016, Fernando y Miguel Ángel se trajeron los restos del divisionario que, en espera de que se arreglen todos los trámites burocráticos, están, dentro de una urna y cubiertos por la bandera española, en el despacho de abogados de Fernando en Toledo.

Así las cosas, en el año 2000 los acontecimientos tomaron un giro inesperado y todavía más inaudito si cabe. En ese año la academia del Arma de Ingenieros de Hoyo de Manzanares, a donde había sido trasladada en el año 1986 desde Burgos, celebró un homenaje al Teniente Eloy Muro. El Teniente Muro había muerto heroicamente, el 29 de Diciembre de 1942, en Rusia combatiendo en la División Azul. El día antes le había sido licenciado y se le había concedido el ascenso a capitán. Se volvía a España para casarse. Pero ese 29 de Diciembre su sustituto en el mando de la compañía, recibió la orden de asaltar un nido de ametralladoras ruso que estaba causando estragos. El Teniente Muro pidió y obtuvo autorización para que se le prorrogase por un día el mando, ya que la misión era peligrosa, él conocía a la perfección a sus hombres y parecía que no era adecuado que el nuevo teniente tuviese que abordar tan delicado encargo en su bautismo de fuego en Rusia. La misión se cumplió con éxito y, después de destruido el nido de ametralladoras, la compañía volvía al acuartelamiento. Entonces el Teniente Muro vio una mina de un nuevo tipo. Cuidadosamente, con su destreza de ingeniero zapador, la desenterró y la llevaba al acuartelamiento para que allí pudiese ser estudiada la mejor forma de desactivar ese nuevo tipo de mina. Sin duda esto podía ahorrar muchas vidas en futuras acciones. Pero en el camino de vuelta, la mina le estalló entre los brazos matándole en el acto. El entierro lo presidió el General Emilio Esteban-Infantes que, antes de que se cerrase definitivamente la caja, se quitó su propia medalla al Mérito Militar Individual y la depositó sobre el cadáver del ya Capitán Muro. Posteriormente se le concedería póstumamente esa misma cruz y se le ascendería a comandante.

El homenaje al Comandante Muro se celebró a petición de una hermana suya, decana de la familia, conocida como la tía Patro, que a la sazón tenía 84 años. Ésta invitó a los hermanos Garrido y les pidió encarecidamente que buscasen a su hermano Eloy. Un par de años más tarde, en 2002, encontraron al Teniente/Comandante Muro y lo trajeron a España. Todavía vivían la tía Patro y Reyes Muro, hermanos del caído, que pudieron ver hecho realidad su sueño de que su hermano reposase en el cementerio de su pueblo, Casar de Escalona, en la provincia de Toledo. El ayuntamiento de Casar de Escalona, a la sazón gobernado por el PP, acordó, por propuesta del PSOE, nombrar al Teniente Muro hijo predilecto del pueblo y dedicarle una calle. Posteriormente, en 2013 el consistorio de Casar pretendió quitar el nombre a esa calle. Fernando Garrido escribió un artículo en ABC para intentar evitarlo. Pongo más abajo un link a su artículo.


Sea cual sea la causa, la moción no prosperó y, hasta donde yo sé, el heroico teniente sigue teniendo su calle en su pueblo.

Pido disculpas porque el interés humano del caso del Teniente Muro me ha distraído del hilo argumental. En la visita que hicieron los hermanos Garrido a la Academia de Ingenieros en el año 2000, vieron en el museo del mismo una gran cruz de unos 3 metros de altura, con una paloma en su cúspide. Al verla se les vino a la cabeza una historia que les había sido contada por el Arzobispo ortodoxo de Nóvgorod, al que habían conocido en su búsqueda de divisionarios caídos. Supieron por él que Nóvgorod era una de las ciudades más antiguas de Rusia. Su kremlin[1] es el más antiguo de Rusia, más que el de Moscú. Y su catedral, Santa Sofía (Sabiduría de Dios) de Nóvgorod, es también la más antigua de Rusia. Fue consagrada en el año 1052. Está coronada por cinco cúpulas de cebolla y la más alta de ellas tiene en su cúspide una gran cruz, de unos 3 metros de altura, con una paloma en lo más alto. La tradición rusa cuenta que cuando en 1570 Ivan el Terrible atacó Nóvgorod, una paloma se posó en lo alto de la cruz y quedó petrificada por el horror al contemplar las atrocidades cometidas por las tropas moscovitas sobre los habitantes de la ciudad. Y añade la tradición que mientras la cruz y la paloma coronen la catedral de Santa Sofía, ni Rusia será conquistada ni desaparecerá de ella el cristianismo. La cruz de Nóvgorod es un símbolo de la Madre Rusia. Pero los hermanos Garrido supieron que la cruz que a la sazón estaba en la cúpula más alta de Santa Sofía no era la auténtica, sino una reproducción. Efectivamente, el 4 de Junio de 1942, día del Corpus Christi, un intenso bombardeo de las tropas soviéticas alcanzó repetidas veces a la catedral derrumbando la cúpula mayor y una de las adyacentes. Desde entonces no se supo nada de la cruz que la coronaba. Años después de terminada la guerra, se reconstruyó la catedral y en 1970 se puso una copia de la cruz en lo alto de la gran cúpula.

Los hermanos Garrido preguntaron en la Academia de Hoyo de Manzanares sobre la procedencia de la cruz, pero nadie supo darles una respuesta. Al pie de la cruz había una pequeña urna cerrada. Contaron lo que sabían y obtuvieron permiso para que se abriese. En su interior se encontraron fotos con los soldados españoles llevando la cruz a hombros y unas páginas del diario del Comandante Alfredo Bellod en las que se decía: “He ordenado que la cruz sea llevada a España, a la Academia de Ingenieros, como homenaje a los soldados caídos y a la religiosidad perdida de un pueblo”. Evidentemente, no cabía la más mínima duda: ¡Aquella era la cruz perdida de Nóvgorod! Posteriormente se encontró en los archivos de la academia una carta, fechada el 31 de Enero de 1943 del Comandante Bellod al Coronel D. Luis Troncoso Sagredo, a la sazón director de la Academia de Ingenieros. En ella se dice que la cruz se envía “aprovechando la repatriación de unos sargentos y soldados zapadores”. Se envía despiezada pero se dice que “en cuanto tenga ocasión te enviaré al maestro de taller que la desmontó en numerosas piezas y que sabe reconstruirla”. También se expresa el deseo del Comandante Bellod de que “sirva de remate a la capilla que en su día tenga la Academia del Arma de Ingenieros. Los que supieron respetarla y defenderla, quieren ahora conservarla y elevarla de nuevo como símbolo y guía de las futuras generaciones de oficiales”. Parece, por el texto de esta carta, que entre Junio de 1942 y Enero de 1943, no fue fácil la defensa de la cruz. Todo ello había caído en el olvido, junto con el origen de la cruz.

A partir de ese momento se discute internamente en España sobre la conveniencia o no de devolverla a Nóvgorod. Hay quien opina que tras más de 50 años en España y dado que sin la intervención de las tropas españolas estaría irremisiblemente perdida para Rusia, la cruz debe permanecer en España. Otros piensan que es una pieza importantísima de la historia y el sentimiento del pueblo ruso y que se tiene el deber moral de devolverla. Los hermanos Garrido, aunque su opinión, llegados a este punto, no fuese muy relevante, apoyan claramente la segunda opción. El asunto llega al Mº de Defensa, a la sazón bajo el mando de Federico Trillo y a los de Asuntos Exteriores y Cultura y en esas instancias se decide no informar a Rusia hasta que se tome una determinación. Pero los hermanos Garrido, desconocedores de estas discusiones y firmes partidarios de la devolución, le transmiten al embajador ruso el hallazgo de la cruz de Nóvgorod. Éste, al principio no les cree, pero al final tiene que rendirse a la evidencia. Las autoridades rusas deciden no hacer una petición formal hasta que se tenga la seguridad de que la respuesta del gobierno español será positiva, porque de otra manera podría desencadenarse un incidente diplomático.

En un momento dado interviene la Casa Real impulsando la decisión de la devolución. Por fin, a finales de 2003 se toma la decisión de devolver la cruz. Pero la victoria del PSOE en la elecciones del 2004 hace que sea el Ministro José Bono el que organice todos los actos de la entrega de la cruz de Nóvgorod a Rusia. Ésta se lleva a cabo en Moscú el 16 de Noviembre de 2004 ante el Patriarca de Moscú y de Todas las Rusias, Alexis II, todos los Obispos y Arzobispos rusos, el de Nóvgorod, por supuesto, incluido y las autoridades civiles encabezadas por el Presidente Vladimir Putin. Los que faltan son los protagonistas, los hermanos Garrido, que no han sido invitados por el gobierno español. Pero, la recompensa no se hace esperar. Al poco tiempo reciben una llamada de la embajada rusa en la que se les dice que el gobierno ruso ha decidido que sean ellos los que realicen la devolución de la cruz a su lugar de origen, la catedral de Santa Sofía de Nóvgorod. Todos los gastos de viaje, para ellos y su familia, correrán a cargo del gobierno ruso.

Efectivamente, el 8 de Diciembre de 2004, día de la Inmaculada Concepción, patrona de la Infantería española, la cruz es llevada a la catedral de Santa Sofía. Entra en ella a hombros de cuatro personas: Los hermanos Garrido, el jefe de policía de Toledo, José María Sánchez Albiñana, que fue una ayuda inestimable para los Garrido, tanto en su ayuda a la investigación como en las veces que les acompañó en sus viajes a Rusia y el Presidente de Dolina, la asociación rusa que se dedica a buscar a sus caídos en los distintos lugares donde han combatido, y que también les había prestado una inmensa colaboración. Es difícil exagerar la emoción del momento. El pueblo de Nóvgorod y muchísimos rusos de todas partes acudieron a la ceremonia. La cruz que representaba el espíritu de la Madre Rusia volvía a su sitio tras 62 años de desaparición. La gente lloraba y se arrodillaba a su paso a lo largo de un largo recorrido. No se colocó en la cúpula. Allí sigue estando la copia colocada en 1970. Está en el altar mayor de la catedral, expuesta para la veneración del pueblo ruso. En la homilía de la celebración litúrgica que tuvo lugar en la catedral, el Arzobispo de Nóvgorod dijo: “Que el pueblo de Nóvgorod recuerde siempre a los hermanos Miguel Ángel y Fernando Garrido como los que han hecho posible que la cruz santa de Nóvgorod se encuentre otra vez en esta catedral de Santa Sofía”.

Posteriormente, en Julio de 2005, día de san Valdam el santo patrón de Nóvgorod, el Patriarca Alexis II concedió a los hermanos Garrido la pertenencia a la “Orden del Príncipe Santo Daniel de Moscú” que es el más alto honor que la Iglesia ortodoxa rusa puede conceder a una persona. A su vez, el gobierno ruso, a petición del ministro de defensa Sergei Ivanov, les concedió la “Medalla al mérito militar por la confraternización de los Ejércitos”, la más alta condecoración militar que puede ser concedida a un civil. Cuál no sería su sorpresa cuando vieron que el lugar en el que les imponían estas distinciones no era otro que el monasterio de Jutin, o sea, lo que ellos llamaban Chutini, que fue donde empezaron la búsqueda. Y no es que las autoridades lo hicieran así a propósito, sino porque ese monasterio, que había sido reconstruido, era el de san Valdam, además de ser el más antiguo de la región. Allí, Miguel Ángel pronunció un sentido discurso en el que expresaba su emoción al ver cómo, gracias a esta aventura había hecho que los rusos pasasen a ser para ellos de enemigos a amigos y hermanos y cómo el lugar elegido era, precisamente donde había muerto su tío Mariano.

Efectivamente, desde entonces, todos los años, los hermanos Garrido invitan al embajador ruso a la procesión del Corpus en Toledo. La ven desde el balcón de la casa de Fernando adornada con las banderas española y rusa hermanadas.

Me cuenta Fernando que a él, esta experiencia le ha cambiado la vida y le ha enseñado tres cosas. La primera que hay que luchar con uñas y dientes, contra viento y marea, por los sueños y las ilusiones. La segunda que hay que confiar en la gente, que si tú das bondad, recibes bondad a cambio. Sería largo expresar toda la ayuda desinteresada y a menudo costosa que han recibido de tantos rusos a los que no conocían de nada. Y la tercera, el valor de la amistad. Por un lado, no hubiera sido posible para ellos haber llegado hasta aquí sin el apoyo de muchos amigos que les han acompañado a Rusia en muchos de sus viajes y que les han insuflado ánimos para continuar cuando su esperanza se venía abajo. Y, por otro lado, la amistad con el pueblo ruso, superando cualquier prejuicio. Ahora tienen muchos amigos rusos que vienen a visitarles a España y a los que ellos van a visitar. Cuando vienen, se hospedan en su casa y ellos, cuando van a Rusia, son recibidos en las casas de sus amigos rusos. La madre de Fernando y Miguel Ángel, hermana de Mariano, para la que los rusos eran, antes de empezar esta aventura, poco menos que el demonio con patas y rabo, los ve ahora como amigos entrañables y los cuida con el máximo cariño cuando vienen. Y, por encima de todo, Fernando ve en todo esto la mano de la Providencia. ¿Cómo no verla? Una última “casualidad”. Mientras Fernando me estaba contando esta historia en la cafetería de la UFV, apareció a saludarle una compañera nuestra de trabajo, argentina, llamada Cecilia Zaratiegui, casada con un español. Y me entero de que el tío de su marido también fue un caído de la División Azul y sus restos fueron encontrados por los hermanos Garrido, sin tener idea previa de este parentesco.

Nadie sabe el objetivo final de la Providencia de Dios. Sólo Él sabe los porqués y qué bien, del que tal vez nunca se sepa nada, saldrá de esto, más allá del que ya ha salido y es tangible. Hay que dejarlo en sus manos. Sólo ÉL ES.




[1] Reconozco mi ignorancia. Antes de escribir esto yo había oído infinidad de veces hablar de El Kremlin” como algo exclusivo de Moscú. Creía que era un edificio de esa ciudad y lo identificaba con las cúpulas de cebolla que se ven en todas las fotografías e imágenes. No, kremlin es algo así como la ciudadela, la fortaleza que todas las ciudades medievales de Europa tenían. Por tanto, todas las ciudades medievales rusas tienen kremlin y, de entre ellas, el más antiguo es el de Nóvgorod. 

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