5 de noviembre de 2016

Ante las elecciones en los EEUU

Este año las elecciones presidenciales de los EEUU son lo más tarde que puedan ser. Cierto, al ser el primer martes después del primer lunes de Noviembre, y al caer el 1 de Noviembre en martes, se celebrarán el día 8 de Noviembre. Y también son unas elecciones singulares porque creo que nunca se ha dado tanta disparidad entre los programas de ambos candidatos y las consecuencias que pueda tener para el mundo que en la primera potencia del mundo gane uno u otro. Desde que Donald Trump fue nominado por el partido republicano como su candidato he sido incapaz de tener una idea clara de quien prefiero que gane. Tampoco parece que sea muy importante, ya que ni puedo votar ni, aunque pudiese, mi voto sería significativo. Pero reconozco mi culpa de no haber tenido la sensatez de saber lo que realmente dice Trump que va a hacer. Creía saberlo, simplemente, a través de sus boutades, de sus manifestaciones impresentables y de lo que la prensa dice que dice. Sobre estas frágiles bases, y a pesar de mi profunda aversión por Hillary Clinton y por sus planes, que conozco mejor que los de Trump, me decantaba, por eliminación negativa, de ninguna manera por entusiasmo o la más mínima ilusión, y con una convicción de algo así como el 10% frente a un 5% de Trump.

Pero un buen amigo mío, que seguramente leerá estas líneas, si no ferviente sí convencido partidario de Trump, me ha mandado con cierta frecuencia artículos y vídeos de Trump que, que me perdone si lee estas líneas, ni leía. Sin embargo, hace unos días me mandó un vídeo con la intervención de Trump ante el Economic Club de New York, donde están los mayores empresarios de EEUU y los directores de las mayores, y probablemente mejores, escuelas de negocios del mundo. Mentiría si dijese que decidí tomarme la molestia de enterarme un poco más del programa económico de Trump que seguramente expondría en este foro. El sábado pasado, 29 de Octubre, por la mañana, vi el vídeo por la simple y prosaica razón de ejercitarme en el inglés. Con este fin veo frecuentemente charlas TED sin importarme un rábano si estoy de acuerdo o no con lo que dicen los charleros (lo de charlatanes quedaría despectivo). Con el mismo espíritu vi el discurso de Trump. Pero según avanzaba en su visionado me daba cuenta de dos cosas. La primera que cuando Trump dejaba aparte su personaje histriónico se convertía en una persona que merecía ser escuchado con atención. La segunda que con lo que decía me pasaban otras dos cosas. Había algunos pasajes de la “música” que sonaban en mis oídos de liberal económico como la música de Verdi. Pero, por otro lado, algunas partes de la “letra” me producían una profunda aversión por ese mismo liberalismo. Me quedé confuso y lo oí otra vez más. Pero mi confusión no disminuyó. Pasé en insomnio la noche del sábado al Domingo, más todo el domingo, rumiando lo que había oído. El lunes, día en el que me he tomado puente, seguía confundido. Y el martes, continuaba confuso pero, no obstante, me puse a escribir mi confusión. Y como consecuencia de ello sigo confuso, pero creo en un nivel más alto, con una mejor perspectiva. Y es esta confusión en un nivel superior la que quiero diseccionar en estas líneas. Voy a estructurar estas líneas en cinco rounds, como si fuera un combate de boxeo, y algunos puntos extra. Para que aquél que quiera vaya a las fuentes, os pongo un link al vídeo de la intervención de Trump. Merece la pena oírlo y, al menos, mejoraréis un poco vuestro inglés los que lo necesitéis.


El primer round de Trump se refiere a una reforma fiscal radical en la que propone, de entrada, pasar de un impuesto de sociedades del 35% a otro del 15% y un IRPF en la que haya tipos mucho menores para las familias con menos ingresos, además de ayudas fiscales a las mismas, sin alterar los tipos impositivos para las familias con mayores ingresos. No necesito decir que estoy convencido de que todo lo que suene a menores impuestos tiene un efecto de revulsivo en la inversión empresarial, en el consumo y, por lo tanto, en la creación de riqueza.Y esto, a medio plazo, tiene, sin duda, como explica Trump entusiásticamente, un efecto positivo en la recaudación aunque se bajen los tipos. Pero a medio plazo. En el corto plazo, el conocido efecto J de este tipo de medidas[1], sobre todo si son tan drásticas, haría que la recaudación bajase también drásticamente y con una deuda pública como la que tienen los EEUU, esto, probablemente, no sería aceptable. La deuda pública de los EEUU ha sido en 2015 de un 105,15% del PIB viniendo de un mínimo del 53,03% a finales del 2000, pasando por un 72,85% al fin del 2008, al empezar la administración Obama. Es decir, subió un 36,7% en los 8 años de administración Bush  y 44,3% en los 7 años enteros de administración Obama. Ninguna de las cifras es consoladora y la conclusión es que EEUU no se puede permitir un déficit sustancial, aunque esté causado por un efecto J y se convierta en superávit a medio plazo. Y es que mis convicciones liberales me dicen que para bajar los impuestos cuando se ha llegado a una situación límite, hay que empezar por poner a dieta a la bestia del Estado, al monstruo Jabba. Y esto es lo verdaderamente difícil. Sin ello, la medida me suena a populismo, por mucho que se diga que hay una página web en la que se puede ver que las math’s funcionan. Las math’s sobre el papel lo aguantan todo, pero el sentido común… Las únicas medidas directas (luego se verán otras indirectas) concretas propuestas por Trump son dar carpetazo al Obama Care y el fin de la política de redistribución de la riqueza. Es difícil para una mente europea (incluida la mía) pensar que un sistema de seguridad social basado en que todas las personas tengan su seguro médico, aunque haya que subsidiar algunos (eso es, en dos palabras tal vez demasiado simplistas, el Obama Care), pueda verse con malos ojos. En cuanto a las políticas de redistribución de la riqueza, me parece que son injustas y contraproducentes, ya que el objetivo debe ser crear riqueza en vez de poner las bases para distribuir la pobreza. Así pues, el primer round tiene notas de música muy buenas pero alguna que otra cacofonía. Sigo con mi confusión por este equilibrio entre corto y medio plazo, pero sin lugar a dudas, la economía americana, como la europea, están necesitadas de espacio fiscal para respirar. Es como estar metidos cada vez más gente en una habitación cada vez más pequeña. Así no se puede respirar ni crear riqueza. Hace tiempo que hemos sobrepasado la línea en la que la vaca de la creación de riqueza está siendo sobreordeñada.

El segundo round es terminar con la hiper supervisión paralizante. Y aquí me entusiasma tanto música como letra. De ninguna manera estoy a favor de una supervisión 0, pero tampoco me cabe la menor duda de que el ambiente regulatorio actual en EEUU, en Europa, y me atrevería a decir que en casi todo el mundo, es asfixiante hasta el punto de la parálisis. Jabba no sólo ruge para ser alimentado, sino que quiere supervisar y, si se le deja, controlar cada una de nuestras actividades, sean empresariales, personales o mercantiles. En esto estoy, creo que casi incondicionalmente, con Trump.

El tercer round de Trump se refiere a la defensa. Afirma, y creo que con razón, que una buena parte de los gastos de defensa de los EEUU son para servir de paraguas defensivo de otros países. Europa, Japón, Corea del Sur, por citar algunos ejemplos, se han beneficiado y se siguen beneficiando en gran medida de ese paraguas. Y muy a menudo se han beneficiado de él permitiéndose, además ser hipercríticos con el dueño del paraguas. Pero eso ha ahorrado a estos países, y les sigue ahorrando, un enorme gasto en defensa. A menudo se critica la escasa protección social que los EEUU dan a sus habitantes en comparación con la UE. Pero la verdad es que las diferencias no son tan grandes. El gasto público per capita en educación en los EEUU alcanza los 1.807€, mientras que en la UE llegan a 2.086€, un 15% más. Pero si comparamos el gasto público en salud, EEUU gasta 3.370 € per capita frente a 3.383 € per capita de la UE, sensiblemente igual. Pero cuando se comparan las medidas de protección social de Europa y de EEUU se suele obviar el “pequeño” detalle de la inmensa diferencia de gasto en defensa provocado por ese paraguas. El cuadro siguiente nos da una idea de la magnitud comparativa del gasto en defensa de varios países:

País
Gasto defensa
G. Def per cap.
% PIB
% G. Publico
EEUU
540 MMM €
1.677 €
3,3%
9,5%
Unión Europea
145 MMM €
428 €
1,4%
3,0%*
Japón
37 MMM €
291 €
1,0%
2,7%**
Corea del Sur
33 MMM €
647 €
2,7%
12,6%
China
199 MMM €
145 €
2,0%
6,3%
Rusia
60 MMM €
420 €
5,0%
11,1%**
*Gasto defensa 2015 frente a gasto público 2013
**Gasto en defensa 2015 frente a gasto público 2014
MMM es miles de millones.

No hay que olvidar que Europa tiene puntos de fricción con Rusia y tanto Japón como Corea del Sur tienen un vecino llamado China. Los datos de gasto en defensa de China y Rusia también aparecen en el cuadro, aunque a saber su fiabilidad. Corea del Sur tiene, además, por vecina, a la del Norte que a saber cuánto se gasta en defensa pero que supongo que serán cifras escalofriantes y porcentajes más espeluznantes todavía. Con esto en la cabeza, no parece falto de sentido que Trump pida a los países que están bajo su paraguas que aumenten su gasto en defensa de forma que los EEUU puedan disminuir el suyo, o que le paguen por sus servicios. Aunque eso supondría un grave problema para Europa y para los demás, no puedo por menos que pensar que es justo. Otra cosa es que sea factible para cualquiera de esos países. Pero la línea me parececorrecta aunque, una vez más, me temo que no factible a corto plazo.Sin embargo, ya se oyen algunas voces en la UE en la línea de poder llegar a tener su propia política de defensa. Pero se me antoja harto difícil que con las reglas del juego de la UE, los intereses particulares de cada Estado miembro y la demagogia de buena parte de sus votantes, pueda pensarse en llegar a ningún acuerdo en este sentido.

El cuarto round de Trump es en el que, a mi parecer, la letra tiene mucho de inadmisible. Se trata del comercio internacional. Y aquí creo que hay tres planteamientos que merecen ser analizadas por separado.

El primero supone poner en su sitio a determinados países –Trump menciona sólo a China– que hacen trampas en los acuerdos comerciales, en la manipulación del valor de su divisa y que, además, roban la propiedad intelectual. Afirma que va a poner fin a ese abuso que supone billones (americanos) de dólares. Esta medida no puede parecerme mejor, lo que no sé es en qué medida será posible de conseguir. Máxime cuando China tiene una buena parte de la deuda de EEUU y es propietaria de muchas empresas en este país. Pero alguien tiene que intentar avanzar en la buena dirección.

El segundo supone que esa rebaja de impuestos enunciada anteriormente hará más competitivos a los productos americanos e inclinará a su favor la balanza comercial. Esta medida también me parece bien. La bajada de impuestos es algo legalmente aceptable y que no va en contra del libre comercio. Cualquier país que se sienta perjudicado puede bajarlos también. Lo que ocurre es que para bajarlos conviene haber puesto primero a dieta la monstruo Jabba y eso es problemático. Lo que va contra el libre comercio es querer tener los impuestos altos y tratar de hacer competitivos los productos o atraer inversiones con trabas arancelarias o reglamentarias. Si a base de bajar los impuestos Trump consiguiese que algunas empresas americanas deslocalizadas en otros países volviesen a EEUU o que los productos de este país sean más competitivos, “a quien Dios se la de, san Pedro se la bendiga”. Se lo habrá ganado. Eso sí, a ver cómo se las apaña con la balanza fiscal.

Pero me temo que el tercer planteamiento va precisamente por la manipulación de las reglas del juego del libre comercio. Trump afirma que va a renegociar todos los tratados de libre comercio suscritos por los EEUU. NAFTA, acuerdo transpacífico, etc, amén de, por supuesto, no firmar el TTPI. Aunque no lo dice, todo parece traslucir en su discurso que va a cambiar las reglas para aplicar la ley del embudo a favor de los EEUU. Y conseguir de esta forma una ventaja comercial es pan para hoy y hambre para mañana. Si algo ha tenido de bueno el siglo XX ha sido el acabar con el proteccionismo arancelario, precisamente mediante los tratados que Trump dice que va a renegociar y que quiere evitar. Y esto ha impulsado el comercio internacional creando riqueza para todo el mundo a través de la globalización. Sobre una base de igualdad cada país consegue ventajas competitivas, basadas en sus fortalezas, que hacen que cada país hiciese lo que podía hacer las cosas de forma más eficiente que los demás. Y ha sido esto lo que ha deslocalizado muchas empresas americanas y de otros países desarrollados hacia países en vías de desarrollo, fomentando la disminución de la pobreza en ellos y en todo el mundo. Dar marcha atrás a esto e iniciar la senda del proteccionismo hará que otros países respondan con la misma moneda, lo que daría un golpe mortal al comercio internacional y sería desastroso para el mundo. Por supuesto, Trump vende esto sin enseñar la patita por debajo de la puerta. Se refiere a la ineptitud negociadora de los funcionarios que desarrollan estos tratados y habla de sustituirlos por negociadores que vengan del mundo de la empresa con gran experiencia en ello. Nada que objetar a lograr una mayor capacidad negociadora. Pero me temo que este aspecto del cuarto round de Trump lleva implícito, excepto en el caso de China, negociar, como he dicho antes, la ruptura de las reglas de equidad del comercio, es decir, la aplicación de la ley del embudo. Y contra esto estoy rabiosamente en contra.

El quinto y último round es el más espinoso. Se refiere al muro que dice Trump que va a construir a lo largo de la frontera mexicana para frenar la inmigración ilegal, enfatizando que el coste lo va a pagar ese país. Pero para hablar de esto me tengo que remontar a mis puntos de vista sobre la inmigración. En un mundo que funcionase todo él en base al liberalismo económico, la inmigración debería ser totalmente libre. Pero el mundo no funciona de acuerdo con el libre mercado. Una inmensa mayoría de los inmigrantes que llegan a cualquier país desarrollado de otro en vías de desarrollo no está causado por la libertad de elección de los inmigrantes, sino por dos motivos diferentes. A) Porque en sus países hay algún tipo de cleptocracia[2]. B) Huyendo de la guerra, causada por la lucha entre cleptócratas o por fanatismo religioso o racial. Estas dos causas producen migraciones masivas ajenas a la libertad de elección y, por lo tanto, rompen la regla dicha antes de que la inmigración debería ser libre. Por tanto, y con toda la inmensa lástima que estos emigrantes me producen, esa avalancha no puede ser admitida sin más, ya que colapsaría la economía de los países anfitriones y crearían un problema inmensamente mayor. Esta es, en su inmensa mayoría, la inmigración que llega a Europa del África subsahariana, del Oriente Medio y de algunos países de Hispanoamérica. Y de ahí que entienda las vallas y los frenos que hay a la inmigración en los países limítrofes de Europa. Pero dudo mucho que sea el caso de la inmigración de México a EEUU. Con imperfecciones todo lo graves que se quieran, México, sin ser un país perfecto, no es una cleptocracia. Y por ello su emigración responde, en gran medida, a aspectos puramente económicos y debería ser, por tanto y a mi juicio, libre. El problema de EEUU, y también de Europa, es que debido a la rigidez de los salarios a la baja, se produce paro entre la población autóctona y, al tiempo, esos salarios artificialmente altos (aunque a los trabajadores de los países ricos ya les parezcan bajos) crean un enorme efecto llamada artificial en los países en vías de desarrollo, incluso en aquellos que no se pueden calificar de cleptocracia, como es el caso de México. Es decir, el desprecio a la libertad del mercado laboral en los países desarrollados es también parte del problema. Y en este mundo que da la espalda a los principios liberales aparece el concepto de inmigración ilegal. Algunas formas de inmigración justifican este calificativo, pero otras no. Y creo que la inmigración de México a EEUU es de las que menos lo justifican, ya que la que es puramente mexicana no tiene ninguna de las dos causas antes reseñadas y debiera ser, por tanto, libre. Pero también es cierto que un porcentaje importante de los que intentan cruzar la frontera de México con USA no son mexicanos, sino centroamericanos de países como Guatemala, Honduras, El Salvador o Nicaragua que sí pueden ser calificados, en mayor o menor grado, de cleptocracias. Se estima que entre 400.000 y 500.000 centroamericanos intentan cruzar México de sur a norte cada año en el macabro tren de la Muerte, la Bestia, intentando alcanzar, en un viaje terrorífico, los EEUU. México, a su vez, deportó a sus países de origen en 2015 a unos 175.000 ciudadanos de esos países. Con todo eso, creo que las defensas contra la inmigración ilegal en EEUU son más injustas que las de Europa. Pero si además se afirma que el muro de la frontera mexicana lo va a pagar México, la cosa pasa de castaño oscuro. Por supuesto, Trump no pretende que México vaya a pagar porque los EEUU le vayan a pasar la factura. Sería demasiado burdo. Lo que pretende es más sutil y más injusto. Afirma que lo va a pagar, precisamente por las protecciones de EEUU al comercio con México. Es decir, por otro sistema contrario al libre mercado. Por tanto, tampoco en este quinto round me gusta Trump ni una pizca.

Primer punto extra: Nada dice Trump de lo que va a hacer con la ayuda internacional, pero imagino que va a recortarla drásticamente. Sin embargo, esto no me importa demasiado. Primero porque no tengo mucha fe, más bien ninguna, en el efecto positivo de este tipo de ayudas que, a menudo, más bien crean incentivos negativos al desarrollo. Y, segundo, porque me espeluzna la ayuda internacional ligada a propuestas anticonceptivas que no sólo no rechazan, sino que incentivan en gran medida el aborto. Así ha sido la política puesta en marcha por Obama e impulsada por Hillary Clinton cuando era Secretaria de Estado. No hay duda, así lo ha dicho la candidata, que profundizará en ella si llega a la presidencia. Y lo dicho sobre el aborto en países en desarrollo vale también en la política interna de Clinton. Clinton es una entusiasta valedora de PlannedParenthood que, bajo este nombre, oculta a la mayor multinacional del aborto y del tráfico de órganos de fetos. Creo que Trump no apoyará estas políticas. Creo que la mejor ayuda a los países en vías de desarrollo es declarar la “guerra” legal a las cleptocracias, en vez de darles más madera. Me caben pocas dudas de que, sin ellas, esos países experimentarían una espectacular mejora económica. Así se ha visto repetidamente en muchos países.

El segundo punto extra es un asunto que no es económico. Alerta Trump del peligro de que si gana Hillary Clinton, se cubran unas vacantes del Tribunal Supremo con jueces liberales –en el sentido americano de la peor progresía abortista– creando un desequilibrio que será muy difícil de superar en las próximas décadas. No estoy muy al día de estos aspectos judiciales en los EEUU, pero si son así, y hasta donde conozco lo son, me parece algo gravísimo.

El tercer y último punto extra es la aversión que me causan las boutades de Trump y, sobre todo, sus hirientes e intolerables comentarios sexistas.

Conclusión

¿Podría haber una posibilidad de un programa con lo que tiene de bueno el de Trump, pero sin sus puntos de poner los pelos de punta? No me cabe duda de que sí. No hay nada que diga que los primeros tienen que llevar a los segundos. Pero Trump es Trump no es lo que a mí me gustaría que fuera. Y espero que, si gana, la democracia americana, tan sabiamente llena de checks and balances, no le permita llevar a cabo  esos puntos espeluznantes. En conjunto, viendo todo, estoy, como dije al principio, confuso, pero a un nivel más alto y con una mejor perspectiva de la que tenía antes de este largo fin de semana de oír el discurso de Trump y pensar mucho. Y lo veo con un símil así. El mundo desarrollado, EEUU incluido, aunque en menor medida que Europa, se encuentran en una habitación con un ambiente irrespirable de impuestos, regulación y demagogia inéditos en la historia de la humanidad. Y la habitación se hace cada vez más pequeña y su aire cada vez más irrespirable. Así, no me cabe duda de que dejará de funcionar la increíble máquina de hacer pan que alimenta cada vez mejor a la humanidad. Y las consecuencias de esto son incalculables. Ese es el panorama que presenta Clinton. Más de lo mismo, más pequeñez, más humo, más parálisis. En el otro lado está Trump. Propone abrir las ventanas y ensanchar la habitación. Pero ese proceso produce toxinas que pueden ser muy perjudiciales, aunque no sabemos en qué cantidad ni cuan tóxicas. En un lado hay resignación. En el otro esperanza, aunque no exenta de graves riesgos. ¿Qué preferimos? Yo, aunque con miedo por las toxinas y sin una gran convicción, prefiero lo segundo. Me niego a aceptar el encierro incondicional. Nunca ha avanzado la humanidad sin riesgos. Por tanto, si antes decía que prefería a Clinton con un 10% frente a un 5% de Trump, y sin un atisbo de ilusión, hoy digo que si fuese americano y tuviese alguna capacidad de influir, votaría y recomendaría votar por Trump con un 11% de convicción frente al 10% de Hillary, con una buena dosis de miedo, pero con otra dosis razonable de esperanza. Es decir, por seguir con el símil pugilístico, he pasado de preferir vagamente una ligerísima victoria a los puntos de Clinton a una ligera preferencia por Trump, también a los puntos. Pero, dado que no soy americano ni tengo la menor influencia, ¿a quién le importa lo que votaría o recomendaría? Me importa a mí y eso me basta porque lo que pretendo es entender las cosas y ahora las entiendo un poco mejor, aunque tal vez me equivoque. De hecho, parece que las Bolsas mundiales no están de acuerdo conmigo. Perdonad lo que estas líneas puedan tener de complicado. He procurado hacerlo lo más sencillo posible, pero sin caer en el simplismo, dada la complejidad del tema. Pero espero con esto haber sembrado confusión en vuestras cabezas, pero una confusión con una perspectiva mayor. Y luego, los que votéis, votad lo que queráis. Pero, sobre todo, podamos o no podamos votar, lo que sí podemos hacer es rezar para que el Señor de la Historia ilumine el próximo martes a los ciudadanos de los EEUU, para que voten con sabiduría lo que Él crea que deben votar. El mundo se juega mucho. Recemos por ello esos días.

P.D. Como siempre que uno está entre Pinto y Valdemoro sin acabar de verlo claro, aunque lo vea con más nivel, sus conclusiones fluctúan. Así que parafraseando una frase cursi típica del día de san Valentín diré que hoy jueves soy menos Trumpista que ayer pero más que hace una semana. ¿Qué significa esto? No sé.



[1] Se entiende por efecto J de una medida económica (por la forma de esta letra) el hecho de que aunque a medio plazo tenga un efecto beneficioso es normal que a corto produzca el efecto contrario.
[2] Gobierno de los ladrones que, amparados en un poder absoluto y total, deciden quién puede ganar dinero en su país y quien no  y, naturalmente, los que pueden son ellos, sus parientes y amigos y quien les pague por ello, excluyendo al resto de la población, negándole la más mínima seguridad jurídica y sometiéndolos así a la miseria sin esperanza.

2 comentarios:

  1. solo me atrevere a opinar que Mexico esta mas cerca de ser cleptocracia de lo que pueda parecer. Echate un clavado a leer sobre Javier Duarte gobernador en licencia de Veracruz y la red que tenia en su estado. Y lo preocupante es tanto el nivel al que esta, una gubernatura, como la posobilidad de que otros a ese nivel o superiores esten implicados o tengan las suyas propias :-/

    ResponderEliminar
  2. Hola Javier:

    Por supuesto que México tiene cosas típicas de la cleptocracia. No hay un sólo país del mundo que no las tenga. Pero creo que hay un abismo entre México y otros países del África Subsahariana o de Latinoamérica, que son cleptocracia en estado puro.

    Un abrazo.

    Tomás

    ResponderEliminar