2 de octubre de 2016

La globalización, ¿conspiración diabólica o proceso benéfico?

Pocas cosas han generado tanta controversia en los últimos decenios como la globalización. Para unos, generalmente de izquierdas, es poco menos que un engendro demoníaco que ha empobrecido más a los pobres y enriquecido más a los ricos. Para otros, normalmente liberales, ha sido fuente de desarrollo para toda la humanidad. Muy a menudo esta discusión ha tomado tintes ideológicos y viscerales. Así las cosas, dos investigadores, Branko Milatovic y Christoph Lakner, abordaron un ambicioso proyecto: Medir el crecimiento económico de los hogares en todo el mundo a lo largo del periodo de 20 años que va desde 1988 hasta 2008. El nombre del paper en el que plasmaron su investigación es atractivo: “Gobal income distribution. From the fall of the German Wall to the Great Recession”. Para ello tomaron datos de 600 hogares de 120 países que representaban a más del 90% de la población mundial y el 95% del PIB global durante ese intervalo de tiempo. Posteriormente, Lakner amplió el estudio hasta 2013 y refrendó que en estos 5 años de crisis los cambios producidos no eran lo suficientemente significativos como para invalidar  la curva[1]. Milatovic ha escrito un artículo divulgativo con los resultados de su investigación. Para el que quiera leerlo ahí va un link al mismo.


De este análisis obtuvieron la llamada curva elefante que puede verse en el artículo anterior.

El nombre de la curva deriva de que, con un poco de imaginación, uno puede ver la forma de un elefante con la trompa levantada.

La curva se interpreta de la siguiente manera: El eje vertical mide el aumento porcentual de los ingresos per cápita (en dinero constante y ajustado al poder adquisitivo de cada país) de un determinado tipo de hogares. Es de notar que ese incremento es acumulativo para esos 20 años, lo que significa, por ejemplo que un 80% de crecimiento a acumulado en esos 20 años es equivalente a un 3% anual acumulativo.

El eje horizontal indica que el crecimiento indicado en el vertical se refiere a los hogares que se encuentran entre los que se sitúan, por ejemplo, en el 80% más rico.

A la vista de esto, ya se pueden sacar algunas conclusiones.

1ª El crecimiento promedio mundial de los ingresos per cápita de los hogares se sitúa en un 23% (1% anual acumulativo) más o menos, y apenas hay ninguna franja que cuyos ingresos decrezcan.

2ª Los hogares más pobres han crecido un 22% (también casi un 1% anual acumulativo). Esto explica que por primera vez en la historia de la humanidad, en 2015, hay menos del 10% de la población por debajo del umbral de pobreza absoluta. Y esto ha ocurrido cinco años antes del horizonte fijado por el plan del Millenium Development Goal.

3ª Los ingresos de la franja de los hogares situados en la zona media, entre el 40% y el 60% chan aumentado en un 80% (3% anual acumulativo)

4ª Hay una franja, la de los hogares que están entre el 75% y el 95% de los más ricos cuyos ingresos, o crecen muy poco (10% global o 0,5% anual acumulativo), o incluso decrecen.

5ª Los ingresos del 1% de la población más rica,  los ricos riquísimos (pero ojo, son casi 70 millones de personas, es decir, no son los multimillonarios, que en EEUU son unas 500 personas y en China unas 300) han aumentado en un 65% (2,5% anual acumulativo)

Dado que este estudio abarca todo el mundo, podemos preguntarnos de dónde son esa cantidad que está en la zona media de riqueza que ha crecido entre el 60% y el 80% (2,4% y 3% acumulativo anual) en estos veinte años. Pues bien, según Milatovic, 9 de cada 10 de ellos provienen de Asia, teniendo en cuenta que India y China han crecido, respectivamente el 460% y 130% respectivamente (9% y 4,3% anual acumulativo). Es decir, el chino medio de población urbana (1.500 millones de personas), ha pasado de estar en el 50% de los más ricos al percentil del 70% en estos veinte años, algo que no había ocurrido con una masa tan inmensa de personas nunca en la historia de la humanidad. Aunque no he accedido a los datos, se me antoja exagerado esto de que nueve de cada diez de estas personas que han experimentado este incremento en sus ingresos venga de Asia. Por la simple observación del desarrollo del mundo en los últimos veinte años, de los que tengo una perspectiva buena (en ese intervalo yo tenía entre 37 y 57), me parece que en esos diez debe haber más de uno que corresponda a habitantes de los países de Hispanoamérica que no se han dejado arruinar por el populismo. Pudiera ser que al promediar el aumento de ingresos de países de Hispanoamérica como Chile, México o Colombia con la pérdida de Venezuela o Argentina el resultado aparezca como uno de cada diez, pero no creo que sea razonable realizar ese promedio. Sin embargo, hay que considerar que al ser la muestra de 600 hogares de 120 países, la muestra por país sería muy pequeña, por lo que es necesario agruparlos por grandes regiones con el consiguiente enmascaramiento de las diferencias entre países por ese promedio estadísticamente necesario.

Sin embargo, conviene tener en cuenta que estas personas del percentil 50%, son pobres si se miden en términos de los ingresos del mundo desarrollado. Efectivamente, se compone de personas con unos ingresos de entre 5 y 15$ al día. En los países desarrollados el límite de pobreza se sitúa en 15 dólares al día[2].

El 1% de mayores ingresos que forma la trompa del elefante son, mayoritariamente, personas de países desarrollados y de ellos, la mitad son de EEUU. Dicho de otra manera, en ese 1% de la población con más ingresos están el 12% de los ciudadanos de EEUU. En 2008 el umbral para estar en ese 1% eran unos ingresos de 45.000$ internacionales per cápita al año. Si tomamos la familia media de EEUU como de 4 personas y una tasa impositiva típica de los países desarrollados, esto supone unos ingresos anuales de 300.000$. A estos, les ha ido muy bien en estos 20 años. Sus ingresos han crecido un 65% es decir, un 2,5% anual acumulativo, aunque no tan bien como a la masa del percentil 50%.

Pero, ¿qué pasa con el valle de la curva que está entre el 75% y el 95% de los más ricos? Siete de cada diez personas de este grupo pertenecen a la mitad con menos ingresos de los países que Milatovic llama “viejos ricos” de la OCDE. Porque, efectivamente, los datos de ingresos de los países desarrollados tienen su punto más bajo en el percentil 70% de la distribución mundial. O sea que, según la curva elefante, los que salen perjudicados, en términos comparativos, no en términos absolutos, son los individuos de rentas más bajas de los países “viejos ricos”. La pregunta del millón de dólares en esto eses: ¿hay una relación causa efecto entre ambas cosas? ¿Es la falta de crecimiento de las clases medias bajas en el mundo rico el coste que tienen que pagar por el aumento de ingresos de las clases medias de Asia?, se pregunta Milatovic. O, visto de otra manera más cruda, ¿es esa falta de crecimiento el precio que pagan por la franca mejora del 1% más rico? Si la respuesta a estas dos preguntas fuese afirmativa, las clases medias bajas de los países “viejos ricos” serían los que pagan el pato del éxito de los países emergentes y/o de los más ricos. Milatovic se contesta a su pregunta: “Es dudoso que nadie pueda dar una respuesta definitiva a esta pregunta, ya que establecer una causalidad entre unos fenómenos tan complejos que están también afectados por multitud de otras variables es muy difícil y tal vez imposible. Sin embargo, la coincidencia de esos dos desarrollos y las narrativas plausibles que las liguen, sean descritas por economistas o por políticos, hacen que en la mente de mucha gente esa correlación aparezca como real”. Efectivamente, es muy normal que cuando dos fenómenos se dan simultáneamente, la gente tienda a ligarlos por una relación causa efecto, exista ésta o no. Máxime cuando se tiene interés político o reivindicativo o se quiere convertir un análisis en noticia. No cabe duda de que esta relación causa efecto, sea o no verdad, “vende”. Y esto puede dar lugar a decisiones políticas peligrosas. La primera es el proteccionismo si se responde positivamente a la primera pregunta –de ahí el fenómeno Trump o de los populismos de derechas– y el socialismo más o menos radical si se responde que sí a la segunda –de ahí el auge de los populismos de izquierdas–. Ambas respuestas positivas, cada una a su manera, engendran frustración que lleva a toma de decisiones viscerales que pueden tener consecuencias nefastas.

Creo, sin embargo, que ambas preguntas adolecen de una distorsión muy típica. A saber: la falsa idea del juego suma 0. Es decir, que en la economía, para que uno gane, tiene que perder otro. Incluso si, como en este caso, prácticamente nadie pierde, el juego suma 0 se establece en relación a la media. ¿Por qué los ingresos de unos crecen el 80% (3% anual acumulativo), aunque sean más pobres que yo, la media mundial crece el 23% (1% anual acumulativo) o, peor, los ingresos de los más ricos aumentan el 65% (2,5% anual acumulativo) y los míos se estancan o aumentan sólo el 10% (0,5% acumulativo)?

No pretendo, ni de lejos, ser capaz de demostrar la ausencia de relación causa efecto de las dos preguntas anteriores, pero, sí me permito desarrollar mi propia narrativa plausibe, tan buena como cualquiera y mejor que muchas. Creo que ese estancamiento de las clases medias bajas de los países “viejos ricos” se debe a dos factores. Por un lado, creo que la costumbre de la riqueza hace que se pierda incentivo, que se exijan cada vez más beneficios sociales a menudo insostenibles, que se encuentre una alternativa a ingresar dinero mediante el duro trabajo a través de subsidios estatales, que se engorde el Estado, que se exijan cada vez mayores impuestos y que, por tanto, esto lastre la economía. Además, creo que el incremento de costes, de impuestos, de regulaciones asfixiantes y de reconocimiento social para el empresario –que muy probablemente forme la mayor parte de ese 1%–, hace que disminuya el emprendimiento o el incentivo por el crecimiento de los negocios. Ambas cosas producen paro, que es el mecanismo por el que bajan los ingresos de las clases medias-bajas de los países “viejos ricos”. Por otro lado, está claro que la producción de una parte de los bienes que tradicionalmente se hacía en los países “viejos ricos” y otros nuevos productos, se ha desplazado, buscando una mano de obra más barata, hacia los países emergentes. Y esto es, a mi entender, bueno, ya que, gracias a ello, estos países mejoran, que también son hijos de Dios. Sólo si la economía fuese un juego suma 0 esto tendría como efecto evitar el crecimiento de los ingresos de la clase media baja de aquéllos. Pero la economía no es de ninguna manera un juego suma 0. Si en los países “viejos ricos” hubiese el emprendimiento necesario, ese desplazamiento de la producción se vería incrementado con nuevos bienes y servicios producidos en ellos. Pero por lo dicho anteriormente, la efervescencia innovadora no tiene la fuerza necesaria y eso es lo que produce ese estancamiento. Es decir, el emprendimiento llega a compensar la producción que pierden los países “viejos ricos”, de ahí el estancamiento, pero no hace que haya el surplus que aumente los ingresos de esas clases medias-bajas.

Desde luego, la solución no es el demagógico proteccionismo de los países “viejos ricos” para mitigar la deslocalización de sus industrias hacia los países emergentes. Eso condenaría a estos países a la pobreza crónica y, además, encarecería enormemente los precios de miles de artículos en los países “viejos ricos”, con lo que su poder adquisitivo no aumentaría. Esto es algo que ya se ha probado en la historia con un resultado trágico. En los años 30 del siglo pasado, los EEUU, intentando remediar la crisis del 29, los senadores Red Smooth y Willis Hawley promovieron la Tariff Act, mas conocida como la ley Smooth-Hawley (aprobada en 1930), que pretendía exactamente lo dicho unas líneas más arriba: establecer protecciones arancelarias a las importaciones americanas. Estas medidas, lejos de reactivar a la industria de los EEUU, creó más paro y desempleo. En un intento de corregir esto, unos años más tarde, el presidente Frankín D. Roosvelt, con su New Deal, intentó fijar precios superoiores a los de mercado para los trabajadores americanos y poner serias trabas al su despido. Estas medidas, no sólo no reactivaron la economía, sino que crearon una gran pobreza en EEUU que se trasladó a  Europa. Esto dio lugar a movimientos ultranacionalistas en este continente con las gravísimas consecuencias de coadyuvar a crear el clima que llevó a la II Guerra Mundial. Ahora, con Donald Trump, suena la misma música. En vez de impulsar el TTIP, que supondría un impulso a las economías americanas y europeas, amenaza con blindar EEUU. Y ello porque cree en la relación causa efecto de la curva elefante. ¿Llegaremos a bailar el mismo baile? Espero que no.

Por otro lado, habría que definir mejor cuáles son esos países “viejos ricos”, porque no me parece que en países como España o Irlanda se haya producido entre 1988 y 2008 ese estancamiento de los ingresos de las clases medias-bajas. Más bien esos años son la prolongación de un proceso iniciado en los años 60 del siglo pasado en la que en esos países apareció una clase media que se nutrió del ascenso de las clases bajas. Pero, como he dicho antes, el tamaño de la muestra hace imposible enfocar a países individualizados. Aparecen demasiado pixelados.

Otro aspecto de la curva elefante que merece analizarse es el de la cola del elefante en la que las personas más pobres de todas ven crecer sus ingresos por debajo de la media (la curva elefante que aparece más arriba, que es el del artículo de uno de sus descubridores, se corta en el percentil del 2% más pobre, pero otras versiones de la curva prolongan la cola hacia abajo y los más pobres exhiben un crecimiento de sus ingresos próximo a cero. A pesar de todo, como he dicho antes, por primera vez en la historia de la humanidad, y cinco años antes del plazo fijado por los Objetivos del Milenio, la pobreza extrema ha caído por debajo del 10% de la población mundial. Pero eso no debe consolarnos. La pregunta aquí también es: ¿Se estancan los ingresos de esos pobres de los pobres por culpa de que los de los que son más ricos crecen más? Otra vez, sólo bajo la falacia de la economía como juego suma 0 se puede creer semejante cosa. Para contestar a esa pregunta hay que hacerse otra. ¿Quiénes son esos del 1% de los más pobres de los pobres? A buen seguro –aunque reconozco que no es más que una hipótesis sin contrastar– son los habitantes de los países asolados por la guerra o aplastados por los tiranos que se enriquecen a base de usar su poder omnímodo para que nadie más que ellos pueda ganar dinero, sin dar la más mínima seguridad jurídica a sus ciudadanos para que puedan iniciar su propio proceso de creación de riqueza, ni para que las empresas occidentales honestas inviertan en sus países. Todo ello crea la más devastadora pobreza y, además, sin esperanza de salir del agujero. De ninguna manera esa pobreza extrema está causada porque otros países u otras personas –a excepción de esos tiranos opresores– ganen más.

Por supuesto, no pretendo que todo el mundo esté de acuerdo con mi relato explicativo, que no demostrativo, pero, repito, es plausible y tan bueno como cualquiera y mejor que muchos. No obstante, sí creo que merece la pena reflexionar sobre esto, no sea que la curva elefante vaya a potenciar una deriva hacia proteccionismos nacionalistas y populistas en los países ricos para defenderse, de forma inadecuada, del crecimiento de los ingresos de los habitantes de los países emergentes. O que se siga ahondando en el círculo vicioso de los impuestos abusivos y las regulaciones paralizantes, Sería un grave error que pudiera llevarnos, como la vez anterior en que se cayó en él, a situaciones devastadoras. De hecho, son estas interpretaciones nacionalistas populistas de la curva elefante las que han hecho de ella una vedette mediática[3]. Si estas líneas pueden servir como una gota de agua que evite el incendio de esas interpretaciones y sus consecuencias, me daré por satisfecho.

Así pues, respondiendo a la pregunta inicial. Globalización, sin duda, proceso benéfico.

Post scriptum

Poco después de acabar de escribir lo anterior, debo decir que sintiéndome muy satisfecho de lo que había escrito, seguí hurgando en las cosas que aparecían sobre la curva y me encontré con una sorpresa mayúscula que, de ser cierta, hace la mayoría de mis argumentos anteriores innecesarios y superfluos.

Efectivamente, un investigador económico,Torsten Bell, antiguo asesor económico del líder laborista Edward Milliband y actualmente director de la Resolution Foundation, poco sospechoso, por tanto, de neoliberal o neocon, se adentró en el análisis de los datos de la investigación que dio lugar a la curva elefante. Se dio cuenta de que los datos de Japón eran erróneos y de que los países del derrumbado bloque comunista, por su peculiar evolución tras la caída del muro, deformaban la curva[4], haciéndola perder significado. También corrigió el hecho de que en el periodo 1988-2008, el peso demográfico de los países pobres aumentaba, debido a su mayor índice de natalidad. Corregidos estos efectos, reconstruyó la curva, obteniendo la que puede verse en el artículo de Bell cuyo link pongo a continuación:


Es decir, según Bell la nueva curva, que ya no tiene nada de elefante, ni siquiera para el Pequeño Príncipe, elimina el bache de la franja del 75%-95% y hace que la trompa del elefante de los ricos riquísimos no esté tan elevada, al tiempo que levanta los ingresos de los pobres pobrísimos. Tal vez por esto, por no ponerle un nombre mediático y por mostrar de forma meridiana las bondades de la globalización sin la mayoría de sus peros, tapando la boca a los demagogos, la nueva curva no tenga el éxito mediático de la original. Para los que quieran leer el artículo de Bell, les adjunto un link al mismo.

 Pero, claro, al ver esta nueva curva, se me disparan las preguntas. ¿Cómo quedaría la curva si quitásemos de ella los países musulmanes que no tienen petróleo? ¿Y si quitásemos los países asolados por la guerra? ¿O los países gobernados por tiranos que asfixian la iniciativa de los pobres? ¿O los que obtienen su riqueza exclusivamente de la utilización de sus recursos naturales? ¿O los abrasados por el populismo como Venezuela, Argentina, etc.? Etc., etc., etc. No tengo el tiempo ni la vocación investigadora para buscar respuesta a estas preguntas, pero si alguien se siente con ganas y vocación para ello, con las preguntas que yo me planteo o con las suyas (creo que sería algo verdaderamente interesante), puede ver el paper original de ChristophLekner y BrankoMilatovic en los archivos adjuntos en este envío. Y si encuentra las respuestas le pido que me las cuente. Gracias.




[1] La crisis del 2008 de la que a duras penas estamos saliendo en Europa no afectó en gran medida a países emergentes como China, India o ciertos países de Hispanoamérica y en EEUU, aunque su economía no es todavía boyante, salieron de la recesión bastante pronto.
[2] Hay una seria falacia demagógica en esto de la pobreza relativa. En los países desarrollados se define como pobre el que está por debajo del 60% de los ingresos medios del país. Así, siempre habrá pobres, no importa cuanta riqueza pueda generar un país. De ahí las demagógicas noticias en España que han aparecido en los periódicos de que un tercio de los niños españoles vivían en la pobreza. Al oír esto, a uno se le viene a la cabeza un escenario de hambruna, que no se corresponde mínimamente con la realidad.
[3] Reconozco que yo no sabía nada de la curva elefante hasta hace unos días y puede que parezca que llamarla vedette mediática sea una exageración. Efectivamente, lo es si la comparamos con Madona, pero en cuanto he sabido de ella y he hurgado un poco, la he encontrado en todas partes. El que quiera comprobarlo, que ponga en Google “elephant curve” y lo verá. Pero que lo ponga en inglés, porque en español, ni flores. Digamos que se ha convertido en una vedette económica.
[4] En especial, los miembros del aparato estatal de esos países, que estaban la parte más alta de los ingresos, en el percentil 80%, se hundieron rápidamente con la llegada de la economía libre. Hacia mediados de los 90 estuve en Budapest por trabajo y tuve la ocasión de estar en la casa de uno de los funcionarios medios del antiguo régimen. Vivía en una urbanización que se veía que había sido muy buena en el antiguo régimen, cuando la mantenía el Estado, pero que ahora se estaba viniendo abajo y se había convertido en cutre. Lo mismo pasaba con la casa. En esos años Budapest era una ciudad pobre. Tuve la ocasión de volver como turista en 2014 y se había convertido en una ciudad francamente próspera. ¿Será gracias a la globalización?

No hay comentarios:

Publicar un comentario