31 de enero de 2010

La fe en Cristo I ¿Existió realmente Jesús de Nazaret

Tomás Alfaro Drake

Este es el primer artículo de una serie de 8 que, de acuerdo con lo publicado en la entrada del 24 de Enero sobre "Los tres niveles de la fe", pretende dar un soporte de razón a algo que creemos por "fe sobrenatural": que Cristo es el Hijo de Dios encarnado, que murió y resucitó. Si esto aporta un grano de arena a que alguien, aunque sólo sea una persona, se acerque al nivel de la "fe confianza" y pueda dar con su voluntad su consentimiento libre a la "fe sobrenatural", o a que alguien que ya tenga esta fe se reafirme en ella y tenga más argumentos para "dar razón de nuestra esperanza", me sentiré enormemente satisfecho.

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En el siglo XIX algunos autores, sin la más mínima base histórica, sostuvieron la hipótesis de que Jesús de Nazaret no existió, sino que fue un mito o un invento para servir de sustrato a una nueva religión derivada del judaísmo. Aunque hoy en día esta hipótesis está totalmente desacreditada entre los investigadores, creyentes y no creyentes, reaparece de vez en cuando apoyada por ciertos medios de comunicación. Para ver lo absurdo de esta postura, voy a repasar una lista de autores de los siglos I y II, no cristianos y también algunos virulentos anticristianos, que no dejan lugar a duda de la existencia del Jesús histórico. Estos textos no reflejan, desde luego, la figura que los cristianos tenemos de Jesús, pero lo que persigo con este análisis es dejar claro que Jesús de Nazaret, sin duda alguna, existió.

Plinio el Joven

Fue procónsul en Bitinia, Asia Menor, en los años 111 al 113 bajo Trajano. Tenía el encargo de perseguir a los cristianos. Se conserva la correspondencia entre Plinio y el emperador. En la carta 96, pide instrucciones sobre cómo tratar a los cristianos y explica al emperador cómo es el ritual y el código moral de esa gente. Dice:

“Decidí dejar marchar a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, [...], y cuando maldijeron a Cristo. [...]Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses [...] y maldijeron a Cristo.

Mantenían [...]lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Hacían un voto también, no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen”
.

Trajano contestó confirmando el proceder de Plinio.

Tácito

Tácito vivió entre los años 56 y 118. En su obra “Anales”, escrita en el 116, narra la historia de Roma desde el año 14 hasta el 68. El texto que va del año 29 al 32, dentro del imperio de Tiberio, se ha perdido, por lo que nunca sabremos si en él hablaba de Cristo. Pero hablando de Nerón dice:

“Para acallar el rumor [de qué él mismo había ordenado el incendio de Roma], Nerón buscó rápidamente un culpable y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba cristianos, un grupo odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, [...]”.

Casi todos los estudiosos dan por auténtico este pasaje, atestiguado por Sulpicio Severo en su Crónica (2,29) del siglo V y con un latín muy característico de Tácito.

Suetonio

Suetonio vivió entre los años 70 y 140. En su “De vita Caesarum”, escrita hacia el año 120, narra la via de Julio César y los once primeros empreradores, desde Augusto hasta Domiciano. Al hablar de Claudio, cuenta los disturbios que acabaron con la expulsión de los judíos de Roma y nombra a “un tal Chrestus”:

“Claudio Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus”.

Prácticamente todos los estudiosos coinciden en que el texto es auténtico de Suetonio. Coinciden en que este “tal Chrestus” es Cristo y que Suetonio, simplemente está mal informado y no distingue entre cristianos y judíos que, en tiempos de Claudio todavía serían considerados por los romanos como miembros de una secta del judaísmo, y confunde el nombre de Christus con Chrestus.

Luciano de Samosata

Fue un escritor satírico y filósofo escéptico. Murió hacia el 192 habiendo tenido una larga vida que cubre gran parte del siglo II. En el año 167 presenció en Olimpia cómo quemaban en la hoguera a un cristiano llamado Peregrino. Esto le hizo escribir su obra “La muerte de Peregrino”. En ella, se burla de la credulidad de los cristianos:

“Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva forma de iniciación. Su primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto al sofista crucificado, viviendo según sus leyes”.

Luciano no menciona a Jesús por su nombre o como Cristo, pero sabe que ése a quien llama el sofista y a quienes los cristianos adoran es un hombre de Palestina que fue crucificado, y que fue el fundador de esa religión.

Celso

Se sabe que la vida de Celso, llenó gran parte del siglo II. Celso es el primero que ataca virulenta y directamente a los cristianos. Lo hace con una obra llena de insultos y argumentos “ad hominem” escrita en el año 175 con el título de “Doctrina verdadera”. Conoce las creencias cristianas y las refuta con agresividad y desprecio, basándose en la apologética judía contra el cristianismo. También inventa historias más que inverosímiles sobre su origen. Esta obra se ha perdido, pero se conoce gran parte de su contenido por las citas que de ella hace Orígenes en su obra “Contra Celso” en la que refuta sus historias y afirmaciones.

Según Celso, Jesús fue el hijo ilegítimo de una campesina judía con un centurión llamado Pandera. Aprendió en Egipto poderes mágicos para engañar a los hombres. Era feo y pequeño de estatura. Enseñó a sus seguidores a mendigar y a robar. El testimonio sobre su resurrección viene de una mujer histérica.

Es difícil entresacar un texto concreto en un largo alegato repleto de insultos y argumentos “ad hominem” llenos de rabia. He elegido un párrafo sobre la resurrección:

“ Pero lo que se debe examinar es si alguno, verdaderamente muerto, ha resucitado con su propio cuerpo. ¿O piensan que [...] han encontrado un desenlace más noble y verosímil al drama: aquel grito que lanzó desde el madero en el momento de expirar, el terremoto y las tinieblas? ¡Estando vivo no pudo socorrerse a sí mismo, pero después de muerto resucita y muestra las señales de su suplicio, cómo habían sido taladradas las manos! ¿Y quién vio todo esto? Una mujer exaltada, como dicen, y algún otro del mismo grupo de hechiceros".

Celso nos muestra que en el año 175 había una comunidad que creía firmemente en el nacimiento virginal de Jesús en María, en su resurrección y en su divinidad y que los evangelios eran un texto altamente difundido por todo el imperio.

Mará bar Serapión

Mará bar Serapión es un sirio del siglo I. Se conserva una carta suya a su hijo fechada en el año 73, muy próxima a los hechos de la muerte de Jesús, justo dspués de la destrucción del Templo por Tito y de la dispersión de miles de judíos. Sin citar a Jesús por su nombre, se refiere a todos los pueblos que asesinaron a sus sabios y es evidente que el texto se está refiriendo a Jesús. Le dice a su hijo:

“¿Qué provecho sacaron los atenienses de haber dado muerte a Sócrates, los ciudadanos de Samos de haber quemado a Pitágoras, los judíos de haber ajusticiado a su Rey Sabio? Justamente vengó Dios a aquellos tres varones sabios...; los judíos fueron asesinados y expulsados de su reino y ahora habitan dispersos por las cuatro partes del mundo. Sócrates no ha muerto, sino que vive, gracias a Platón, Pitágoras gracias a la estatua de Mera y el Rey Sabio gracias a las nuevas leyes que promulgó”.

Es evidente que Mará habla de un personaje real, que existió, que fue sabio, que fue ajusticiado por los judíos. Pero sus seguidores continuaron perpetuando su memoria a través de sus leyes. No hay ningún rey de los judíos que haya sido ajusticiado por los propios judíos. Sólo Cristo cumple con esta descripción. No olvidemos que en su cruz figuraba un cartel que rezaba: “Jesús Nazareno Rey de los Judíos”.

Texto talmúdico

El Talmud es una recopilación de sentencias rabínicas que arranca de la destrucción del Templo en el año 70. Hay muchas compilaciones que van desde el siglo II hasta el IV. En una de ellas, en la babilónica se lee, en una sección llamada Toledoth Ieschua:

“Se ha enseñado: la víspera de Pascua colgaron a Jesús. Y un heraldo salió delante de él por cuarenta días diciendo: ‘Será apedreado, porque practicó la brujería y ha desviado a Israel. Quien sepa algo en su favor, que venga e interceda por él’. Mas, no habiendo encontrado a nadie en su favor, lo colgaron la víspera de la Pascua”.

El testimonio flaviano

El testimonio flaviano es uno de los textos más controvertidos de la historia. Son tres párrafos de la obra “Antigüedades judías” del historiador judío Flavio Josefo. La historia de este personaje es curiosa. Sacerdote judío ejemplar, por nombre Josef bar Matatías, participa en el levantamiento del siglo I de los judíos contra Roma. El sanedrín le encarga la resistencia en Galilea. En el sitio de Jotapata, los romanos toman la ciudad después de una heroica resistencia. Josef, con otros defensores se esconden en una cisterna vacía. Antes que entregarse a los romanos, deciden quitarse la vida. Josef se las apaña para ser el último y cuando, todos sus compañeros muertos, le toca el turno de suicidarse, sale de la cisterna y se entrega a los romanos. Para evitar que le maten afirma tener una importante profecía que comunicar al general Vespasiano, comandante de las legiones romanas contra el levantamiento judío. Cuando le llevan a su presencia le dice a Vespasiano que en muy poco tiempo va a llegar a emperador. Éste decide conservarle en vida hasta ver en qué para esa profecía. La profecía no era descabellada porque era evidente que Nerón podía ser derrocado en cualquier momento y, al no haber un sucesor, era muy probable que el ejército elevase a emperador a uno de los generales. Vespasiano era uno de ellos. En efecto, poco después el ejército le proclama emperador. Entonces Flavio Vespasiano adopta a Josef por lo que éste toma el nombre de Flavio Josefo por el que es conocido. Flavio Josefo escribe “Las antigüedades judías”, en las que cuenta, a su manera, la historia del pueblo judío. En este libro, escrito en el siglo I por un personaje absolutamente próximo a los hechos, bien informado e interesado en los avatares del que fue su pueblo, aparece el texto a que he hecho referencia más arriba. Dice así:

“En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, [si verdaderamente se le puede llamar hombre] porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. [Él era el Mesías].

Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. [Porque él se les apareció al tercer día vivo otra vez otra vez, tal como los divinos profetas habían hablado de estas y otras innumerables cosas maravillosas acerca de él]. (Los corchetes son míos)

Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido”
.

Los críticos están divididos en tres grupos. Unos creen que todo el texto es un añadido hecho por algún cristiano que creía dar un espaldarazo a su causa. Aducen que supone una profesión de fe por parte de Flavio Josefo de la que no hay la más mínima constancia histórica. Otros piensan que todo el texto es auténtico porque los tres párrafos aparecen así en las tres copias manuscritas griegas que se conservan y en todos los manuscritos en latín, árabe, siríaco, eslavo, etc y, además, el vocabulario y la gramática es muy del estilo de Josefo. Otros, por último, creen que sólo las frases entre corchetes son añadidos. El texto, después de quitar las frases entre corchetes, se llama el texto “neutral” y es el que tiene más adeptos.
Pero en 1971 Shlomo Pines, erudito judío de la Universidad Hebrea de Jerusalén, descubrió una versión del testimonio en la Historia Universal de Agapio. Este texto se parece bastante al llamado el texto “neutral”. Dice así:

“En aquel tiempo apareció un hombre sabio, llamado Jesús. Su conducta fue buena y tuvo fama de virtuoso.

Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego que se hicieron sus discípulos. Y cuando Pilato lo condenó a la cruz, sus discípulos no abandonaron el discipulado.

Contaban que se les había aparecido tres días después de su resurrección y que estaba vivo. Según eso él era quizás el Mesías sobre quien los profetas habían contado maravillas"
.

Para la tesis de este artículo, poco importa quien tenga razón. El hecho es que un historiador judío, que había vivido en primera línea los avatares de su pueblo, instruido, conocedor de las intrigas de la política local y que escribe su libro hacia el año 80, afirma sin lugar a dudas la existencia de Jesús, su pretensión de ser el Mesías, su condena a la cruz por Pilato y la existencia de unos discípulos que afirmaban que estaba vivo. Suficiente.

Parece más allá de toda duda, que el Jesús histórico existió. Pero esto es poco para la pretensión cristiana. ¿Coinciden el Jesús histórico con el Jesús de la religión cristiana? ¿Qué grado de fiabilidad tienen los evangelios como documentos históricos? ¿Afirma Jesús en ellos que es hijo de Dios en un sentido literal o era una forma de hablar simbólica para darnos a entender que era, sencillamente, un hombre muy amado por Dios? ¿Se inventaron los seguidores del Jesús histórico –Pablo o algún otro, incluso el emperador Constantino en el siglo IV– el mito del Jesús cristiano? ¿Resucitó realmente Jesús? A estas preguntas trataré de ir respondiendo con argumentos de razón. Por supuesto, ni se me pasa por la imaginación creer que puedo demostrar ninguna de las respuestas. Sólo intento mostrar que creer en las verdades cristianas no es una irracionalidad estúpida propia de crédulos que tienen que renunciar a su inteligencia para creer todo eso. Veremos si soy capaz de conseguirlo.

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